El requiem de Verdi se cantó en la iglesia y en el Teatro

El XIII Festival de Música Sacra de Quito comenzó este año con el Requiem de Verdi, una obra que fue dirigida por el maestro Álvaro Manzano en la Iglesia de la Compañía y en el Teatro Sucre.

13 abril 2014.

A modo de leyenda se ha dicho que un supuesto mensajero de la muerte, con suficiente dinero para pagar todas las deudas del músico, fue quien encargó a Wolfang Amadeus Mozart escribir un réquiem para un rey que estaba en el ocaso de su vida. De ese encargo salió una de las obras más sobrecogedoras que se conocieron durante el período más romántico de la música clásica y que hasta hoy trasciende. Eso ocurrió en julio de 1791, el músico nacido en Salzburgo murió el 5 de ­diciembre de 1791 y por eso no alcanzó a cumplir completamente el encargo.

El ‘Dies irae’ y el ‘Lacrimosa’, que contienen tal vez los actos más sublimes de la obra de Mozart, son capaces de conmover a los más fuertes, a los menos creyentes, sobre el contenido de la música sacra. El de Mozart es tal vez el más conocido o es el más emotivo de todo ese género de composiciones musicales que se cantan con el texto litúrgico de la misa de difuntos, pero especialmente entre los otros también muy conocidos como son el ‘Requiem’ de Giuseppe Verdi y el ‘Requiem’ alemán, de Johannes Brahms.

Entre las diversas e importantes creaciones de Brahms se destaca precisamente su réquiem que, al contrario de los otros, refleja la condición de agnóstico del compositor, quien pese a recoger textos bíblicos reflejó mucho más los aspectos humanos de la muerte que los literalmente religiosos. Los críticos dicen que bajo esta consideración el ‘Requiem’ alemán no puede ser considerado una misa de réquiem. El coro, los solistas y la orquesta son líricos y expresivos, aunque también existen influencias del oratorio y del contrapunto barroco.

El italiano Giuseppe Verdi es considerado uno de los mayores compositores de ópera de toda la historia musical. Alguna vez se dijo que su réquiem, compuesto en memoria del escritor y poeta Alessandro Manzoni, es la mejor ópera de Verdi y que su interpretación suena mejor en una sala de conciertos que en una iglesia.

Esto lo desmiente de modo categórico Gustavo Lovato, director musical de la Casa de la Música: “De ninguna manera un réquiem puede ser considerado una ópera. A diferencia de la ópera, que requiere de una representación escénica y por lo tanto vestuario, luces, escenografía y de un director escénico, un réquiem es una pieza musical que no requiere de ninguna representación escénica y el texto del réquiem es religioso, ligado a la liturgia de honras fúnebres y es ­precisamente eso lo que tienen en común los tres réquiem mencionados”.

A criterio de Lovato, esta gran diferencia de la representación escénica hace que el lugar de la puesta en escena de un réquiem no tenga importancia, porque tanto en un teatro como en una iglesia será sin montaje escénico ni teatral, por el contrario una ópera tiene como requisito la representación teatral y el montaje escénico.

‘Dies irae’ Día de la ira será aquel en que / el mundo será reducido a cenizas / según los oráculos de David y Sibila. / ¡Grande será el temor cuando / aparezca el justo Juez a pedir / cuentas de lo que hemos hecho!

En el marco del XIII Festival Internacional de Música Sacra, que todos los años organiza el Municipio de Quito para conmemorar la Semana Santa católica, se abrió el evento precisamente con el ‘Requiem’ de Verdi, el domingo 6 de abril en la iglesia de la Compañía de Jesús y al día siguiente en el Teatro Nacional Sucre. Algunos asistieron a los dos escenarios. En el primero se notó la incomodidad de no poder apreciar a la totalidad de la orquesta, al coro o a los solistas, en tanto que en el Teatro Sucre todo fue mejor presentado y el director, Álvaro Manzano, logró una magnífica puesta en escena, salvo por algunos detalles como el que manifiesta Fernando Peñaherrera, un ingeniero mecánico que también estudió piano y música.

Fue notorio que en algunos tramos las trompetas desafinaron al entrar como solistas (‘Tuba Mirum’). Los violines solistas se escucharon desafinados en los altos registros en ‘Domine Iesu’. Aun así, el público disfrutó la obra; el teatro no cobró por entrar, una idea destinada a masificar este género que calza muy bien con la religiosidad quiteña. La cantidad de coreutas se notó en el ‘Sanctus’, donde el coro debe dividirse en dos para ejecutar la doble fuga, al parecer cada medio coro quedó opacado por la orquesta. Lograron, a pesar de todo, “un sonido angelical”, refiere Fernando Peñaherrera.

Según esta crítica, los errores más frecuentes los cometió la soprano, especialmente en el ‘Libera me’ (la porción más complicada y larga de la obra), y también en ‘Lacrimosa’. En cambio, los solistas masculinos se destacaron, especialmente en sus respectivas arias ‘Confutatis’ para el bajo y el lamentoso ‘Ignemisco’ para el tenor. Una mención especial para Diego Zamora, un barítono cuencano que ha llevado su voz a importantes escenarios operísticos de Argentina y de Austria.

Una obra como esta requiere de un acoplamiento perfecto de los coros, en los cuales participaron el Coro Mixto Ciudad de Quito y el Coro Pichincha. Un elogio necesario para el maestro Manzano, director sinfónico y de ópera, demostró una gran capacidad al conducir a más de cien personas en escena. Obtuvo lo mejor del coro y lo integró magistralmente con la orquesta y los solistas. Gustavo Lovato recuerda que el ‘Requiem’ de Verdi se estrenó en el Ecuador bajo la batuta de Álvaro Manzano en los años noventa y posteriormente fue producido en la Casa de la Música, en noviembre del 2007, con la Orquesta Filarmónica Juvenil, coros del Conservatorio Nacional de Música, solistas de Italia y de Argentina, bajo la batuta de Patricio Aizaga, “con un éxito rotundo, de aforos llenos los tres días”.

Fernando Larenas. Editor
flarenas@elcomercio.com

Giuseppe Verdi (1813-1901)

El músico italiano es considerado uno de los mayores compositores de ópera del mundo. Entre sus obras más famosas se destaca la trilogía popular o romántica ­‘Rigoletto’, ‘La Traviata’ e ‘Il Trovatore’. Entre las composiciones maestras constan ‘Aída’, ‘Don Carlo’, ‘Otello’ y ‘Falstaff’. Su obra no operística más importante fue ‘Requiem’, compuesta en 1874 y dedicada al novelista italiano Alessandro Manzoni.

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