‘Sociedad que no juega es neurótica’

En un espacio propicio para el juego, las tablas del Teatro del Cronopio, Guido Navarro -rodeado de bufones y canciones- habla sobre las funciones y las perversiones del juego en el mundo actual.

02 marzo 2014.

Si no te sumerges en el juego, quedas en ridículo. “Si no jugáis, el verdugo os cortará la cabeza”, se ordena desde el centro de la escena, mientras, con jorobas y traseros exagerados, los bufones corretean por el espacio. Esos seres se igualan en la dimensión del juego. “Juguemos en el bosque hasta que el lobo esté, si el lobo aparece enteros nos comerá...”

Es una dimensión posible solamente entre los muros y telones del Teatro del Cronopio. Y allí, con Guido Navarro, su maestro y director, - mientras las canciones de ronda nos acompañan- jugamos el ya viejo y divertido juego de la pregunta y la respuesta.

¿Qué función cumple el juego en la sociedad? Varias. Una de las más importantes es la diversión, la de ‘dividir la visión’. El juego te lleva a otra realidad, otro espacio, otro mundo. El juego es el recuerdo del paraiso perdido. Nosotros trabajamos para que el teatro encuentre esa capacidad de transgredir las realidades. Pero en la sociedad moderna esa función ha sido delegada a otras instancias.

¿A cuáles? A la industria del juego. Se ha creado la profesión del juego, como se ha creado para con otros aspectos connaturales del ser humano: el arte, la religión. Hay gente que ve el juego y no juega, sin embargo no deja de jugar... la industria del ocio y del entretenimiento provoca que aquello que es un instinto quede en manos de ‘expertos’, y del mercado.

Pero, ¿la sociedad actual permite el juego o lo coharta con sus normas? Hay espacios donde el juego tiene que ver con el desarrollo político, filosófico, cultural. Hay otros donde el juego no ha salido nunca del centro de la fiesta; la sociedad andina juega al Carnaval, al Corpus Christi, al Día de Muertos. Hay sociedades donde se lo ha transformado en deporte; y otras que han llegado a verlo como enfermedad, la ludopatía. Hay sociedades donde la religión prohibe el juego y, si ves, están en guerra. Una sociedad que no juega es una sociedad neurótica, por decir lo menos.

¿Qué pasa cuando el término se aplica a otros ámbitos: los juegos del poder, por ejemplo? Percibo que el ser humano sigue jugando, pero lo ha convertido en algo peligroso.

¿El juego de la política? Este hace apuestas muy grandes; el momento que dicen ‘ganamos’ o ‘perdemos’ se asume que es un juego y eso es aberrante, una estupidez cultural, pues al final no cambia nada... se mantiene el gran juego cósmico, del cual el ser humano hace una parodia patética. Todo lo que pasa en Venezuela es un juego perverso, donde la humanidad puede perder como especie. Es alucinante lo que pasa en Ucrania, se pelean por querer ser europeos y Europa está en crisis, eso es un juego... les dan palos y bombas para jugar a la guerra. La democracia burguesa fue diseñada como un juego y se ponen a la izquierda o a la derecha, que son posiciones de juego. Acá, USD 19 millones para afiches, banderas y papeles, para que jueguen a la política; no tiene utilidad más que ‘per se’.

¿Nos cuesta entregarnos de verdad al juego? ¿Estamos aferrados a la razón, a la realidad? Yo juego todo el tiempo, a veces me causa problemas, no parezco serio, pero me gusta. Sucede que hay división mente - cuerpo, hay paradigmas desde la filosofía, hay prohibiciones culturales y religiosas. Se ha convertido al sujeto en objeto; es decir, el que era provocador de la realidad, ahora es objeto de ella, el poder juega con él. Y no es que nos cuesta jugar, sino divertirnos en el juego.

¿Por qué existen las reglas del juego y cómo nacen? Porque las cosas funcionan solo si existe determinado proceso, la técnica. El mismo juego no destruye sus reglas, pues se acabaría. El juego se conecta con la ritualidad y ese es un espacio reglamentado, con formas y maneras que se deben aprender. Las reglas son intrínsecas al juego: juguemos sin reglas del juego, es la regla del juego.

¿Siempre hace falta quien dirija el juego? No. Al contrario. El juego surge de forma natural y espontánea. Si hay alguien que lo dirija es que se alteró el equilibrio del mismo, es una perversión de la naturaleza del juego.

¿Prima el juego competitivo por sobre el cooperativo? El antagonismo es una vision filosófica occidental. Con el advenimiento de la era burguesa aparece una visión del mundo, el universo, la ‘única dirección’ del pensamiento: “yo tengo la verdad, tu no la tienes”. Pero en el juego no existe la verdad. Mientras el mundo andino es de cooperación, según la paridad del cosmos, nunca hay pelea; el amanecer no es una lucha, pues el sol sale dulcemente; el hombre y la mujer, la madre y el hijo se complementan en el juego. El teatro recupera eso, es un juego de cooperación; rechazamos el antagonismo, para que desde el arte seamos capaces de jugar con el otro, a favor y en contra y después tomarnos una biela.

¿Por qué se piensa que el juego es solo de los niños? Porque somos adultos. A los cuatro años el niño empieza a ser amoldado por la sociedad y la sociedad necesita consumidores, trabajadores, piezas de la maquinaria, de ese otro juego capitalista. Una persona que juega no es útil en una empresa: “¿Qué crees que estás jugando?”, te dicen.

¿Hacer cosas sin sentido nos hace humanos? ¿Qué son cosas sin sentido?
Patear piedras, caminar sobre un bordillo o saltar líneas en la acera...
Hay una historia sobre un pueblo chino al que, por su comodidad, le construyeron una carretera para cruzar la estepa, y el pueblo se negó a caminar por ella, pues encontraba su sentido no jugando el juego del otro. No hay acciones sin sentido... el rato en que la conviertes en acción le das un sentido, pues hay un impulso, una intención.

¿El juego es útil? No. No persigue cosas útiles. De que puede ser utilizado para... puede ser. Muchos regímenes han usado los juegos, a través de la uniformidad, para expandir su ideología.

¿El juego es propio del ser humano? Yo creo en el juego cósmico, todo está relacionado. Todo es juego, fuera y dentro; juegan las estrellas y juegan las células.

Flavio Paredes Cruz. Editor
paredesf@elcomercio.com

Guido Navarro

Maestro, director y actor de teatro, nacido en Atuntaqui, hace 54 años. Se formó en la Universidad Central y en la Escuela del Circo a Vapore (Italia). Conformó el Teatro del Cronopio, donde comparte talleres de teatro gestual, clown y bufón. Trabaja sobre el libro ‘La dramaturgia del juego’.

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