Monseñor Luna

“Siempre estuve del lado de los buenos”

LUIS ALBERTO LUNA TOBAR

Quiteño, nacido el 15 de Diciembre de 1923

Hijo del abogado conservador Moisés Luna Andrade y de doña Ana María Tobar Donoso. Séptimo de un hogar de 13 hermanos. Para entonces gobernaba el país el liberal José Luis Tamayo. Durante este régimen, un año antes se había producido la masacre obrera del 15 de noviembre de 1922 y dos años después, en la administración de Gonzalo Córdova Rivera se sublevan pacíficamente los militares jóvenes y escenifican la Revolución Juliana de 1925, que cambia la institucionalidad financiera y monetaria del país.

TEMPRANA VOCACIÓN SACERDOTAL

Antes de cumplir 15 años pone a prueba su vocación religiosa al viajar a España, en plena Guerra Civil, donde el franquismo hacía de las suyas y el futuro 'Cura Luna' hizo de camillero para transportar a los muertos y heridos que dejaba la falange. Con ese entorno de por medio se interna en la Orden de los Carmelitas Descalzos de Burgos. Tras exigentes estudios de filosofía, teología y otras disciplinas eclesiásticas es ordenado sacerdote en la Cartuja de Miraflores de Burgos, el 25 de julio de 1946, con apenas 22 años de edad. Con los hábitos carmelitas regresa a Quito y su alegría se transforma en dolor y tristeza, pues su padre había fallecido tres años antes. Superado el impacto y aceptando la realidad celebra la primera misa en su patria, en la iglesia de Santa Teresita, en La Mariscal, que para entonces era un sector residencial exclusivo de la ciudad. En esta parroquia del centro norte de la urbe, durante 22 años ejerció su apostolado con gran suceso e influencia, hasta 1968. Se convirtió en el “cura de moda”, confesó, comulgó, casó y fue consejero espiritual de la crema y nata de la capital. Al joven padre Luna le confiaron sus pecados y recibieron su unción y absolución las familias más prominentes y los políticos más sonados de la época.

UN CARMELITA EN LA MITAD DEL MUNDO

EN CUENCA ABRAZA LA OPCIÓN POR LOS POBRES

En 1977 el cardenal Pablo Muñoz Vega, arzobispo de Quito, lo nombra como su Arzobispo Auxiliar, mientras en 1981 es promovido como Arzobispo de Cuenca, por el nuncio apostólico, Vicente Farano. Con 58 años de edad, 35 de sacerdocio y un sinnúmero de preguntas sin respuestas que le laceraban el corazón y la mente por las injusticias, inequidades y pobreza que sufría la mayoría de ecuatorianos, especialmente los campesinos e indígenas toma el camino para cumplir su apostolado en la tercera ciudad del país, Cuenca. Inquietudes y dudas y también esperanzas fueron sus primeras compañías. Se enteró y conoció directa y personalmente la realidad y los problemas del pueblo y también de los intereses que se conjugaban en esa sociedad. Aquí pone en práctica toda su convicción y sensibilidad pastoral en favor de los más necesitados, conforme el Concilio Vaticano II, los documentos de Medellín y de Puebla. Ingresó en las casas, en las almas, en los corazones y en la realidad del pueblo azuayo. Los escuchó y los comprendió y junto a ellos comenzó a diseñar una iglesia comprometida que contribuya a superar la postración, para eso se valió de las Comunidades de Base, que él organizó y fortaleció. A pesar de haber nacido en cuna de seda, con el paso de los años, los pobres y marginados fueron su opción y tuvo la valentía y firmeza para enfrentar su verdad ante los intereses de los poderosos que comenzaron a verle con recelo y desdén. Les pareció peligroso porque hablaba de la Teología de la Liberación, porque direccionó la Iglesia de Cuenca por el sendero social, porque pensaba como las mayorías, por eso le bautizaron de “cura comunista y rojo”, como lo hizo el presidente León Febres Cordero. Tuvo entredichos y controversias con la cúpula de la Iglesia Católica ecuatoriana, como el caso del negocio de la Curia con papeles de la deuda externa. Protestó junto a 17 sacerdotes azuayos por la humillación del bono de la pobreza, que en tiempos modernos lo llaman de desarrollo humano. Condenó el festín bancario de 1999 y, el 21 de enero de 2000, lideró junto a indígenas, campesinos, estudiantes, trabajadores y diversos sectores sociales la protesta en contra del atraco financiero, la dolarización y otras medidas impuestas por el entonces presidente Jamil Mahuad, que fue derrocado por esa movilización popular.

"Mi gusto mayor es haberme entendido con los campesinos, tenemos una armonía muy grande y estamos trabajando en la formación de las Comunidades de Base y apoyo a las organizaciones que nacen de esas comunidades."
Monseñor, Luis Alberto Luna Tobar

LE “JUBILARON”, PERO NO PUDIERON ALEJARLO DE DIOS Y DE SU PUEBLO

En Cuenca vivió con pulcritud y sin ostentaciones en una casa donada a la Arquidiócesis, ante el deterioro de la antigua edificación. El martes 15 de febrero del año 2000 salió de la Catedral, pero no abandonó el corazón de la gente que durante dos décadas le escuchó, le compartió sus alegrías y tristezas y le hizo parte de su familia. Continuó en la morlaquía predicando y cumpliendo su misión pastoral, incluso celebraba misa en los pueblos. “Mi gusto mayor es haberme entendido con los campesinos, tenemos una armonía muy grande y estamos trabajando en la formación de las comunidades de base y apoyo a las organizaciones que nacen de esas comunidades”, reflexionaba agradecido de la vida. Diversificó su contacto con el público, a nivel nacional, a través de charlas, participación en eventos académicos y sociales, su permanente defensa de los derechos humanos, sociales, económicos y políticos. Estuvo en la vanguardia defendiendo la democracia y la estabilidad del país. De eso y para eso fueron sus innumerables artículos de prensa. No ocultaba su “santa indignación” por la injusticia e inequidad que provocaba el sistema. Muchas veces le provocaron para que ingrese en la política y sea candidato, pero no cayó en la provocación, siempre tuvo la prolijidad de reflexionar junto a sus compañeros sacerdotes y amigos y concluir que esa no era su vocación.

En septiembre de 2010, en contra de su voluntad y de los cuencanos deja esa tierra y es trasladado a Quito a un asilo de ancianos. Desde hace algunos años le agobiaba el Alzheimer, enfermedad degenerativa que destruye la memoria y provoca un deterioro intelectual. Más tarde es llevado a la Casa Sacerdotal Sagrado Corazón, en La Armenia, Conocoto. Progresivamente pierde la lucidez y la percepción del tiempo y del espacio, pero nunca se borró su sonrisa. En junio del 2011, la Asamblea Nacional le otorgó la condecoración Vicente Rocafuerte, por su lucha por la democracia y los derechos humanos. El acto se cumplió en la casa de reposo de La Armenia. La Casa de la Cultura también le rindió tributo y reconoció su autoridad moral y su legado apostólico. Vivió sus últimos días en medio de otros sacerdotes ancianos y de jóvenes que están en proceso de formación. Rompió la tradición de los arzobispos, no llevaba un crucifijo de oro, su cruz era de madera y pendía de una cadena de plata. A su muerte se cumplirá un deseo compartido, la suya y la de sus fieles seguidores, que Cuenca sea su última morada.