Gustavo Dávila dirige la Fundación Jóvenes contra el Cáncer, que trabaja con chicos y niños que padecen esta enfermedad en diferentes etapas. Su lema es convertir a los muchachos en guerreros.
nverdezoto@elcomercio.com Nancy Verdezoto. Editora 21 Marzo 2015
Gustavo Dávila dirige la Fundación Jóvenes contra el Cáncer. El sitio, ubicado en el norte de Quito, está lleno de gente que va de un lugar a otro. Los chicos que llegaron de otros países para participar en el Bionic Fashion Show se alistan para ir al aeropuerto para emprender el viaje de regreso. Un taxi les espera abajo y tienen el tiempo en contra.
De fondo, una canción de salsa suena para animar el frío día de la ciudad. Así, en una pequeña oficina empezamos a hablar sobre la felicidad, que el sábado celebró su Día Mundial.
¿Qué significado tiene para usted la felicidad?
Para mí se trata de los momentos de plenitud, regocijo. Son cortos, esporádicos y dependen de las circunstancias de cada persona. Incluso la muerte te puede dar felicidad.
¿La muerte?
Sí, porque por ejemplo, cuando uno ve a su hijo que se muere porque tiene metástasis y no soporta la morfina, uno ve a la muerte como una entrega, con gratitud por lo que ha pasado y porque ya va a descansar. La felicidad existe porque también existe la tristeza.
¿Por ser opuestos?
La gente siempre piensa en el futuro como una consagración de la felicidad, de los planes que se cumplen. Pero la vida nos enseña que también hay la muerte y la tristeza y solo cuando uno palpa eso, uno disfruta y vive realmente la felicidad.
¿Cómo disfrutar la felicidad cuando todos los días se convive con una enfermedad terminal?
A pesar de que la gente cree que estamos preparados para que las personas mueran, no es cierto. Cuando un chico se apaga nos puede ver llorando. Pero ellos se van con honor, porque son unos guerreros y se les entrena para grandes cosas. Pero a pesar del dolor y la ira que se puede sentir, ayer, un chico decía que el cáncer ha sido una bendición en su vida.
¿Una bendición?
Sí, porque te marca un antes y un después en la vida. El cáncer te enseña a revaluar tu vida, a alinear tu vida, a cuidarte, a comer bien, a acercarte a Dios cualquiera que sea la religión que se profese, a decir gracias a mamá o a papá… claro, una vez que se haya aceptado que se tiene la enfermedad.
¿La felicidad está dada por la aceptación de la vida?
En el caso de los chicos con cáncer ese es el primer paso, porque cuando acepto que la ciencia médica no puede hacer nada más por mí, cuando acepto que un accidente, una enfermedad etc. me han arrancado al hijo de mis entrañas, es más suave enfrentar la situación. De ahí viene la etapa de gratitud; sí de gratitud, aunque suene tonto. Nosotros les ayudamos a que agradezcan por cada día vivido, por el trabajo de los padres, el acceso a la medicina cuando muchos no lo tienen... Son hechos que nos enseñan a ser gratos con la vida y eso hace que ellos sean felices con su condición. Y luego les enseñamos a soñar.
¿La felicidad puede ser un concepto igual para todos?
La felicidad es una sensación interna, es el yo interior que se regocija. Es la suma de estas emociones las que dan un patrón de felicidad; así como la suma de momentos de tristeza, ansiedad, angustia dan una tendencia de depresión. Podemos decir que una persona es feliz porque la mayoría de momentos son de alegría y entrega.
¿La felicidad es un tema de egoísmo, de pensar en uno?
Está atada a cómo es cada persona, por eso influye el ego; me preocupo solo de mi felicidad, mi alegría, mi paz… Así hay gente feliz siendo autoritaria o cuando tiene el control de las cosas, cuando tiene a quien gobernar y es un patrono. Pero también hay quienes son felices cuando dan de sí.
¿Para ayudar?
Sí, porque la felicidad que se genera al dar es una sensación muy especial y produce momentos de plenitud. Para mí más que momentos de felicidad es plenitud. Hay tres niveles: alegría, que es una emoción fugaz como cuando me cuentan un chiste y me río. Luego está la felicidad, que es una sensación interna, es el yo interior que se regocija. Y finalmente está la plenitud, que es la realización de la vida.
Tomando en cuenta esa escala, ¿cómo se transforma la alegría en felicidad?
Yo usaría un ejemplo para explicarlo mejor. Si me encuentro 5 centavos de dólar en la calle me pongo alegre, pero si con ese dinero compro un pan y se lo doy a un niño que tiene hambre, me da felicidad. Y la plenitud llega cuando analizo cómo ese hecho marcó la diferencia y pienso qué hermosa es la vida.
¿La gente no comprende la magnitud de la felicidad? ¿Cuánto tiempo nos toma darnos cuenta de que realmente somos felices?
No creo que haya un plazo para entenderlo o descubrirlo. Son momentos que no se miden en la cantidad de tiempo sino en la suma de ellos. La felicidad es un objetivo de vida.
¿La felicidad tiene un límite. Se puede agotar toda la felicidad de la vida en años?
Este sentimiento es inherente a uno mismo. En la medida en que pueda construir felicidad con el último hálito de vida, seré feliz siempre. No se puede medir cuánta felicidad se da a los demás, pero al hacerlo la persona trasciende.
¿Cree que la felicidad nos permite trascender?
Sí, claro que sí. Pero solo en la medida en la que comparto esa felicidad con los demás, porque si solo la uso para mí o pienso solo en cómo hacerme feliz me aburro y ese sentimiento desaparece y me pongo triste.
¿Cuál cree que ha sido su momento feliz?
Cuando me casé. Porque tiene que ver con muchas carencias de mi vida. Parte de mi infancia la pasé en un orfanato, trabajando desde niño para poder comer... tuve una infancia muy dura. Luego viví en la casa de una tía y al mediodía esperaba que me dieran las sobras de comida y me cerraban la puerta en la cara.... Por eso yo sé valorar los momentos y puedo ser feliz y hacer felices a otros.
Gustavo Dávila
Es abogado de profesión, pero no la ejerce. Desde el 2006 está a cargo de la Fundación luego de que su hijo, quien inició esta obra, falleciera víctima de cáncer en una batalla de 15 meses. Además, trabaja como gerente de una empresa comercializadora de productos. Realizó un Programa de Alta Gerencia en el Incae de Costa Rica. Además, tiene un diplomado en la U. de Monterrey.