Se trata de una historia contada al ritmo de la tecnocumbia, en escenarios de Quito, Guayaquil y Coca. Su rodaje tardó un mes y dos semanas. Según Rosero y Piñeyros, fue una experiencia delirante. Los USD 5 con que nació la idea de contar la vida de ‘los divos de la tecnocumbia’ no alcanzaban para hacer mucho.