La segunda edición de los Juegos Olímpicos en la era Moderna, tuvo contratiempos. Muchos de los participantes ni siquiera sabían si estaban compitiendo en una prueba olímpica, ya que éstas se presentaban como concursos, festivales y reunión internacional. La polémica era continua, las normativas no existían, o si existían se anulaban y reinventaban a conveniencia de unos cuantos.
La maratón pasaba por caminos polvorientos y colinas. Fred Lorz llegó primero, sin casi rastros de polvo en su cuerpo y fresco. Envuelto en vítores, Lorz no se atrevió a decir que por calambres abandonó en el Km 5 y fue recogido por un auto que cerca de la meta se averió. Lorz continuó a pie hasta la meta. Thomas J. Hicks llegó 15 minutos más tarde con sudor y tambaleante, y ahí se supo la verdad.
El italiano Dorando Pietri se encaminaba al triunfo en la maratón, pero al llegar al estadio estaba al borde el colapso. Entró en la pista cayendo dos veces y ayudado hasta la meta. Pietri no vio llegar al estadounidense John Hayes, de 19 años, quien fue proclamado ganador porque Pietri recibió ayuda. Al día siguiente, la reina Alexandra, apenada, llamó a Dorando Pietri y le entregó una copa de oro.
En Estocolmo se vivió la primera muerte de un competidor en una pista, el portugués Francisco Lázaro; la descalificación de una de sus estrellas en pentatlón, el indio-americano, Jim Thorpe, que solo rescató sus medallas después de muerto; y los primeros indicios del falso amateurismo, protagonizados por Jean Bouin.
Tras la Primera Guerra Mundial, esta cita olímpica se realizó con la sombra dejada por aquel estallido bélico. No participaron Austria, Bulgaria, Rumanía, Hungría, Alemania, Turquía y Rusia, los países, considerados, perdedores de esa guerra.
Incidentes y altercados no se produjeron en la pista de atletismo, como venía sucediendo hasta la fecha, sino a las puertas del estadio. Los incidentes fueron dos: primero, con los atletas franceses, a quienes el portero del estadio negó la entrada después de habérsela permitido a los alemanes. La discusión acabó a puñetazos.
Aunque organizativa y deportivamente están dentro de los grandes de la historia, también fue la consagración de Adolfo Hitler como máximo jerarca del régimen nazi. Hitler quería utilizar la plataforma olímpica para practicar las teorías de la superioridad racial aria y también como trampolín propagandístico. Esa fue la cara negra de la moneda.
Nuevamente, tras la Segunda Guerra Mundial, para esta cita deportiva no se invitaron a Alemania, Japón ni a la Unión Soviética. Los primeros por beligerantes y el último porque no tenía un Comité Olímpico reconocido.
La nota oscura se produjo en ciclismo con el fallecimiento del danés Knud Jensen, de tan solo 23 años, debido a un colapso por sobredosis de estimulantes.
La condición femenina de algunas participantes levantó una polémica. Las hermanas soviéticas Tamara (oro en peso y disco) e Irina Press (oro en pentatlón) estuvieron sujetas a evaluaciones, así como la rumana Yolanda Balas (oro en salto de altura). Las tres se retiraron al año siguiente. La polaca Eva Klobukowska (oro en 4 x 100) tampoco pasó los controles de sexo.
Ocho terroristas palestinos capturaron a nueve israelíes, tras asesinar a otros dos. Los Juegos se suspendieron 24 horas. Sin acuerdos, se inició el infierno. Bajo la luz de los focos, los tiradores de élite de la Policía alemana dispararon. Pero los palestinos hicieron estallar unos explosivos. El resultado: los rehenes muertos y cinco de los terroristas también, igual que uno de los policías.
La descalificación del canadiense Ben Johnson por dar positivo en el control antidoping. Johnson ganó el oro en los 100 m, en una carrera memorable, contra Carl Lewis. Pero la detección de drogas en su sangre le valió la expulsión del equipo de Canadá. Solo se detectaron 10 casos de dopaje entre los 9 593 participantes, con inclusión de tres campeones olímpicos, lo que desató el escándalo.
La atleta Marion Jones, consiguió cinco medallas, tres de ellas de oro. Siete años más tarde, acosada por la justicia estadounidense, admitió haber tomado productos dopantes. El COI le retiró sus medallas. Nunca dio positivo, pero sus mentiras hicieron que pasara seis meses en prisión en el 2008.
El último gran escándalo de dopaje, cuando los velocistas griegos Kostas Kenteris y Ekaterini Thanou fueron acusados de haber mentido al alegar haber sufrido un accidente de moto para justificar su ausencia en un control antidopaje en vísperas del inicio de los Juegos.