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9 pequeños nos hablan de sus deseos y las soluciones para el Ecuador

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'July' pide más vigilancia policial y calles sin baches

Julieta tiene 8 años. Le encanta la lectura, pero le gustaría convertirse en alcaldesa o en presidenta para brindar mayor seguridad al ciudadano. Quiere que los niños caminen sin miedo.
Julieta Nicolalde Fonseca
Julieta Nicolalde Fonseca, de 8 años, durante un recorrido por la Plaza de la Independencia. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

Por Paola Gavilanes. Coordinadora (I)

Julieta Nicolalde Fonseca tiene solo 8 años y ya está hasta la coronilla con las mentiras de los políticos. “Todos nos engañan”, afirma con el ceño fruncido.

Ella sueña con más parques cerca de su casa. También le gustaría caminar de la mano de su hermano Lucas sin el temor de ser sorprendidos por un delincuente. Quiere correr por calles libres de huecos, de orines y de basura.

‘July’ solo sale de casa en compañía de un adulto. Por suerte, le encanta leer; caso contrario “pasaría en el celular” accediendo a contenido inútil e inapropiado. Por eso, y aunque es una lectora nata -ganó el primer lugar en un concurso de proclamas a mediados de mayo- le gustaría, de adulta, postularse a un cargo político.

¿‘July’ estás segura? “Sí”, responde. Ella está convencida de que cumpliría con todas sus promesas. Su madre le enseñó que la palabra es el activo más preciado que tiene el ser humano. “Hay muchos políticos en el Ecuador; me gustaría que sean más educados y también que cumplan sus promesas”.

Los grandes baches, la falta de un transporte público digno, la ausencia de eventos culturales gratuitos... le recuerdan a diario que los políticos mienten. El valor de la palabra es tan significativo para ella, que aún enferma acudió a su entrevista con este Diario. Fue el pasado viernes; ella pasó con fiebre la noche anterior.

Su madre, Cristina Fonseca, le preguntó si cancelaba la entrevista. ‘July’ le dijo: “No, mami”. Al día siguiente se duchó, se peinó y se vistió. Tras la charla regresó a su vivienda.

Sus propuestas

En caso de ser elegida asambleísta, alcaldesa o presidenta del país, ella inmediatamente implementará espacios culturales en las escuelas. Ella -dice- tiene la suerte de acceder a libros con facilidad, pero hay pequeños a los que se les dificulta tener uno entre sus manos. “Leer es maravilloso. ¿Cómo puedes comunicarte si no sabes leer? ¡No entiendo!”.
Por eso, no comprende cómo los políticos hacen caso omiso de las necesidades de los niños.

Tampoco entiende por qué se demoran tanto en escribir una ley para sancionar a las personas que infringen las reglas del buen vivir.

Se entristece cuando mira desechos ‘decorando’ las aceras o cuando los buses se trepan a la vereda. “Se les debería multar”, comenta, mientras dirige su mirada a las decenas de palomas que se

reúnen todos los días en la Plaza de la Independencia, para alimentarse con migas de pan.

Y para brindar seguridad a los ciudadanos pediría a los policías que salgan a las calles, desde como las 05:00, la hora en que muchos niños dejan la casa para dirigirse a sus centros educativos.


Servicio básicos
En Ecuador, de acuerdo con datos publicado por Unicef en 2020, uno de cada dos niños, niñas y adolescentes (2,6 millones) no cuenta simultáneamente con agua, saneamiento e insumos de higiene en sus hogares, y para la población infantil indígena es aún más grave, 8 de cada 10 pequeños no tienen acceso.

“Hay políticos que se creen los mejores, pero muchas personas no piensan así. Los alcaldes y presidentes dicen que va a hacer un Ecuador más seguro y nadie lo ha hecho”.

Emiliano emprendió para un día dar empleo

El trabajo y la ayuda mutua son las acciones que este niño considera que pueden sacar al país adelante. Con sus ideas quiere terminar con la pobreza infantil y con la delincuencia.

Por Diana Serrano. Redactora (I)

Emiliano Casco Cevallos
Emiliano Casco Cevallos, de 6 años, prepara los helados junto con su mamá. En sus alcancías guarda el dinero de las ventas. Foto: Carlos Noriega / EL COMERCIO

Hace tres meses a Emiliano Casco Cevallos se le cayó su primer diente. Fue así que el ratón Pérez le visitó con unas cuantas monedas como premio. Primero, este niño de 6 años pensó en comprar golosinas para su familia. Entonces, su tía Evelyn le dijo que podría usar esos recursos para invertir en algo y obtener muchas más monedas.

Sus papás, Liz Cevallos y Santiago Casco, le explicaron que una forma de lograrlo era poniéndose un negocio. Al inicio se lo plantearon como un juego, pero Emiliano se lo tomó muy en serio. Un día les dijo a sus papás: “Quiero hacer helados y venderlos”. Ellos se alegraron y lo ayudaron a poner en marcha su idea, que actualmente se desarrolla entre su círculo familiar y amigos. Ellos son los clientes de los helados caseros.

Emiliano ha crecido en una familia emprendedora, en la cual ha visto a sus abuelos y padres ser parte del manejo de diversos negocios. Esta es una inspiración que tiene a su corta edad.

La idea surgió como un gusto propio y con una aspiración personal; el niño deseaba ganar dinero para ayudar a sus papás a comprarle un juguete. “En un inicio aprovechamos su entusiasmo del negocio para inculcarle el valor del dinero y del esfuerzo. Así como el de aportar con sus ideas a los demás”, dice su mamá. Fue así que Emiliano también se dio cuenta que los negocios no solo tienen un beneficio personal. Comprendió que cuando los emprendimientos crecen pueden ayudar al desarrollo del país.

Liz cuenta que Emiliano es un niño con gran empatía y con amplia sensibilidad del mundo que le rodea. Cuando ve una persona vendiendo productos en la calle pregunta, ¿por qué no tiene trabajo? En la noche ora para que encuentre un empleo y luego se queda pensando en qué puede hacer él.

Como niño sabe que ahora tiene el superpoder de imaginar un país mejor. Para Emiliano, el Ecuador de sus sueños es un lugar donde no haya niños pobres, ni exista la delincuencia.

Cuando su negocio sea grande, como él planea, quiere dar trabajo a los papás de los niños que piden limosna o que venden productos en la calle, para que sus hijos vayan a la escuela y tengan tiempo de jugar, dice con una gran sonrisa. Luego se molesta y comenta que no quiere más ladrones en las calles. A ellos también quiere darles un empleo, porque desea que todos vivan felices y en paz.

Santiago, su papá, reconoce que es un niño con dotes de liderazgo, por lo cual siempre piensa en ideas para ayudar a los demás. Por eso, también aconseja a los adultos qué negocios pueden ser rentables “para que el país tenga más dinero”. A algunos les ha recomendado ponerse una gasolinera, “porque hay muchos carros y la gasolina está cara”, comentan sus papás entre risas. A otros, les ha sugerido ponerse una panadería, “porque todo el mundo come pan”, reflexiona el pequeño.

Emiliano considera que Ecuador podría ser mejor si todas las personas trabajasen y se ayudasen.


Pobreza
El 40,5% de niñas, niños y adolescentes menores de 17 años estaban en situación de pobreza en 2020, según la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (Enemdu). Antes de la pandemia, este segmento ya era considerado una población con marcada vulnerabilidad.

“Quiero que mi negocio crezca mucho y cuando eso pase voy a necesitar mucha ayuda. Ahí, con seguridad, voy a contratar a personas pobres, que no tienen trabajo”.

Judith sueña con un lugar seguro para todos los animales

Judith Chango tiene una gran ‘manada’ en su casa: perros, gatos, conejos, cuyes y gallinas. Su amor por ellos ha hecho que quiera ser una veterinaria para cuidar y proteger a todos los animales.
Judith Chango
Judith Chango tiene muchos animales en su casa y los cuida con todo el amor, con ayuda de su mamá y de su abuelita. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Por Dayana Vinueza. Redactora (I)

Toad es un perrito mestizo muy especial, que un día se ‘autoadoptó’. Judith Chango salió, como todos los domingos, a trotar junto a su madre Natali y su hermano Benjamín. El pequeño Toad se unió a su paseo y ya no quiso separarse de ellos. Cuando llegaron a casa entró como si fuera un lugar conocido y ya no se fue jamás. Así fue como se ‘autoadoptó’ y se unió a la pandilla de animalitos que Judith mima todos los días.

A esta gran familia peluda pertenecen Isabela, Mariano y Karin, tres gatitos mestizos que llegaron como un regalo y ahora son los dueños de casa. También hay muchos conejitos, cuyes y gallinas, que Judith cuida con ayuda de su abuelita, en un terreno junto a su casa.

Judith tiene 7 años y quiere convertirse en veterinaria. Sueña con un Ecuador donde no haya animalitos en las calles. Espera que todas las mascotas puedan vivir en un lugar seguro, con gente que los quiera y los cuide.

En su casa, por ejemplo, ya esterilizaron a todos los gatitos. “Al Mariano y a Karin les operamos las bolitas para que no se escapen a buscar novia, y a la Isabela para que no tenga bebés”, explica mientras le da un jarabe a la gatita que recientemente fue operada. Dice que es importante que no tenga bebés porque luego estos se pueden escapar y terminar en la calle.

Sus gatos son muy educados. Duermen en sus camitas y comen solo croquetas y atún especial para gatos. No roban la comida de la mesa y tampoco son malcriados. “Mi mami y yo les damos de comer y les ponemos agua en sus platos todos los días”, asegura. A la entrada de su casa están las camas de estos animalitos, y Toad tiene un lugar especial junto a ellos, es un perrito fiel y cariñoso. A veces Karin, un gatito negro con ojos anaranjados, duerme con Judith o con su hermano. Es el más mimado de todos y marca su territorio como amo y señor.

Aunque Toad nunca deja de brillar en la manada, pues después de ‘autoadoptarse’ no se aleja de su nueva familia ni de chiste. Ahora los acompaña a trotar todos los domingos. No es necesaria la cadena porque los sigue fielmente; y para cuando ellos paran. Cuando tiene sed exige que le den agua y continúa con el deporte. A veces les roba la comida a los gatitos y todo el tiempo está pendiente de su familia para recibir cariño.


Deserción escolar
La falta de empleo, el cierre de muchas escuelas y el cambio hacia las clases virtuales, provocados por el covid-19, causó que más niños salieran a trabajar junto a sus padres. Según el Ministerio de Educación, más de 90 000 estudiantes abandonaron los estudios.

“Las personas deberían cuidar a sus animales y llevarlos al doctor, porque ahí les ponen vacunas y les dan jarabes si están enfermitos. También les operan para que no tengan bebés”.

Joaquín quiere que el deporte golee a la mendicidad

El niño guayaquileño comparte su tiempo entre los estudios y el fútbol. Considera que para los menores que hacen deporte, lo más importante es la diversión y no los campeonatos y trofeos.
Joaquín Intriago
Joaquín Intriago nació el 23 de marzo de 2013, tiene 9 años. Sueña con ser futbolista profesional y desde ahí ayudar a los niños. Foto: Enrique Pesantes / EL COMERCIO

Joaquín Intriago llega a la cancha y saluda a todos, se ajusta la camiseta y toma una pelota. El fútbol es parte de la vida de este niño desde que era un bebé; a los 2 años ya daba luces de su pasión deportiva.

Su día se inicia a las 5:00, cuando se despierta para ir a la escuela. Es un horario al que tiene que adaptarse nuevamente, después de que se redujeran las restricciones sanitarias por el covid-19. La jornada de escuela pasa rápido, en casa su mamá, Diana Ochoa, lo recibe con el almuerzo. Las tareas son el segundo paso obligatorio. Cuando las termina está listo, y su regreso a la cancha es un hecho.

Para él, el fútbol más que una pasión es un estilo de vida. Joaquín llega a la escuela de Milton Quimí a las 15:00, minutos antes de que se inicie la práctica aprovecha para conversar con sus compañeros y pegarle a la pelota un par de veces, para perfeccionar su técnica, pero sobre todo para divertirse. “No todo en la vida es ganar, lo más importante es disfrutar del deporte, compartir con tus amigos. A veces en los equipos buscan refuerzos para ser campeones y relegan a los que tienen tiempo entrenándose, eso hace sentir mal a un niño”, reflexiona.

Según él, la competitividad es un tema de adultos, una condicionante en el afán de los menores, que ven en el deporte una ventana de esparcimiento sano, de igualdad de oportunidades, de sueños coloridos matizados por un balón.

Cambiando calles por canchas
En ese Ecuador es donde Joaquín quiere vivir. Un lugar donde los niños estén en las canchas y no en las calles, un refugio donde los menores puedan hacer deporte, en lugar de trabajar para ayudar en los gastos familiares.

“¿Qué quisiera yo? Que haya más canchas y complejos, que los niños no estén pidiendo dinero en la calle ni trabajando”, desea el deportista con una sonrisa tímida, con la inocencia de quien espera que el país ponga atención a la niñez.

Es emelecista, de corazón. Le molesta cuando su equipo pierde y celebra cada uno de sus triunfos. Sin embargo, no está de acuerdo con las rivalidades que se dan en el deporte, principalmente en el fútbol. Tiene amigos barcelonistas y aunque se gastan bromas, su afición no disminuye su cercanía.

De su mamá aprendió que el fútbol se juega en la cancha, que lo que pasa se queda allí. Al final de los juegos saluda a sus rivales, sin importar si ganó o perdió. Esto lo refuerza en la escuela formativa donde pasa dos horas diarias, preparando su mente y cuerpo.

Es un goleador, juega en el equipo de su categoría y en el de niños un año mayores. Su sueño es llegar a ser profesional, jugar en los mejores equipos del país y dar el salto al extranjero. No olvida a la niñez, dice que los deportistas famosos tienen la oportunidad de ayudar a los menores.


Actividad
En Ecuador, el 76% de niños y jóvenes de 5 a 17 años tiene una actividad física insuficiente, es decir 3,4 millones, según detalló el INEC, en un estudio realizado con corte a diciembre de 2021. En marzo de este año, el Gobierno Nacional declaró al deporte como Política de Estado.

“Para que mi país sea mejor, quisiera que haya más canchas y complejos, para que los niños no estén pidiendo dinero en la calle ni trabajando; que ellos tengan más chances”.

Matías anhela que todos los niños accedan a la educación

Matías tiene 12 años y le encanta estudiar, pero su anhelo es que todos los niños y niñas del país tengan las mismas oportunidades, para acceder a la educación gratuita y de calidad.
Matías Cabrera
Los padres de Matías Cabrera le adaptaron un pequeño espacio en la sala de la casa para las clases virtuales; ahora lo utiliza para sus tareas. Foto: Lineida Castillo / EL COMERCIO

Por Lineida Castillo. Redactora (I)

Matías Cabrera Pintado ha escuchado tantas veces que la educación es un derecho de las personas, y más de los niños; y un deber del Estado. Pero en nuestro país hay miles de niños que viven en pobreza y que no van a la escuela, dice.

Matías tiene 12 años y cursa el octavo de básica en la Unidad Educativa Técnico Salesiano de Cuenca. Es el mayor de tres hermanos y sus padres, Luis y Verónica, están orgullosos de su hijo por la dedicación que muestra en los estudios. Su promedio es de 9,92/10.

Pero sueña con que todos los niños y niñas del país tengan un alto nivel académico, que puedan acceder a la educación gratuita, que los docentes sean más didácticos y que los planteles públicos y privados tengan el mismo nivel académico. “Eso es igualdad”.

A Matías le gusta leer e investigar más sobre los temas que aprende en las aulas, y luego practicar con ejercicios que utilizan la lógica. Esas actividades las comparte con sus compañeros de aula. En el fondo de la pequeña sala de la vivienda de los Cabrera-Pintado está la estación de trabajo de Matías: un escritorio, computadora, libros, sus trabajos bien llevados en carpetas y esferos.

Verónica cuenta que su hijo se concentra bastante cuando realiza las tareas. Es un niño sencillo, carismático y que valora cómo a diario sus padres se esfuerzan por darle la educación.

A más de sus estudios practica natación y sabe tocar el piano. Eso también quiere para los niños del Ecuador: que todos practiquen un deporte o la actividad que más les guste, que desarrollen sus habilidades y se motiven siempre por aprender algo nuevo.

Matías recuerda que en pandemia la educación era muy mala, porque no había puntualidad para ingresar a la plataforma, tenían pocas horas de clases diarias, fallaba la conexión y se distraían. Pero él se esforzó más en aprender matemáticas y enseñarles a sus hermanas lo que no entendían.

Para Matías, a los docentes también les faltaba creatividad para enseñar la teoría y la práctica. A él le gusta más la práctica “porque la teoría dice qué hay que hacer, pero en la práctica suceden cosas que no estaban previstas y se puede entender mejor”.

Ese mundo de conocimientos y experiencias vivenciales anhela también para todos los niños, pues dice que de eso depende que se enganchen con los estudios. De su colegio habla con orgullo y cree que todos los alumnos deberían tener ese amor, respeto y reconocimiento por el espacio donde se educan y pasan más tiempo, “porque es nuestra casa”.

Por eso le molesta cuando ve a otros niños que destruyen o rayan las paredes o las canchas deportivas, solo por maldad. “Hace unas semanas expulsaron a unos chicos por esas travesuras y como niños también nos avergüenzan esas malas conductas”.

Su anhelo no es ser político sino ingeniero, pero a las autoridades les pide que alguna vez escuchen a los niños y gobiernen para atender sus necesidades educativas.


Abandono escolar
Según el Ministerio de Educación, de los 4,3 millones alumnos del sistema educativo, más de 90 000 abandonaron la educación en 2020 por la pandemia. Pero antes de eso, Unicef ya había reportado que 268 000 niños estaban fuera de la educación y 187 277 tenían rezagos en matemáticas y lengua, principalmente.

“Deseo para todos los niños del Ecuador escuelas donde se aprenda desde la tranquilidad, respeto y afecto; y que los maestros enseñen con juegos para que todos se motiven”.

Darel propone responsabilidad y mejoras al sistema de salud

Este niño de 11 años analiza la situación de salud desde el sistema sanitario y el cuidado individual. Más hospitales, mejores condiciones para los médicos y deporte son algunas propuestas.
Darel Cortez Rubio
Darel es futbolista y está seguro de que eso le permite mantenerse saludable, sobre todo luego del sedentarismo fruto de la pandemia. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO

Por Yadira Trujillo Mina. Redactora (I)

Su día empieza antes de las 7:00 para ir a la escuela, de donde sale pasadas las 14:00. En su casa hace tareas, va al entrenamiento de fútbol y se divierte en familia. Algunos viernes se reúne con sus amigos y los fines de semana va al ciclopaseo o a caminar. Son algunas de las actividades del día a día de Darel Cortez Rubio. Todas ellas -dice- gracias a que goza de una buena salud.

¿La clave? El deporte. Ese gusto se evidencia como una pasión en su casa. La sala es una especie de templo que rinde tributo al fútbol: pelotas, libros, prendas de clubes y una réplica en miniatura del estadio Rodrigo Paz Delgado, de la ‘U’.

Hacer deporte, asegura Darel, es una de las mejores formas para mantenerse saludable. “Si estás gordito puedes bajar de peso para tener una mejor salud. Tus pulmones estarán superbién para respirar”.

Aunque su pasión es el deporte que practica, el niño de 11 años está convencido de que todos ayudan a llevar un mejor estilo de vida. Por eso cree que sería beneficioso para otros niños, como él, entrar en escuelas de su deporte favorito. Practicar con sus papás o familiares -agrega- también debería ser parte de la vida cotidiana.

Pero no depende solo de eso. Al tiempo que muestra pelotas de diferentes Mundiales de fútbol, Darel cuenta que la práctica deportiva debe ir acompañada de responsabilidad, para que los ecuatorianos gocen de buena salud. “No debemos comer tanta comida chatarra ni tomar alcohol. Tampoco hay que fumar, porque eso daña los pulmones y sin ellos no podremos respirar”, dice.

Al niño, además, le preocupa la salud de los adultos. Cree que mucho trabajo también los puede perjudicar. “A veces no cuidan su salud. Deben ir al médico y tomar las medicinas que el profesional les diga, no las que ellos eligen”.

Un mejor sistema de salud
Además del cuidado individual y familiar, Darel considera que en Ecuador hace falta mejorar varios aspectos del sistema de salud, ya que este no cuenta con la capacidad necesaria. “En Ecuador sería mejor que haya más hospitales, porque algunos ya están muy llenos. Las personas se quedan afuera y pueden morir”.

“El Gobierno debería aportar más a la salud”, dice Darel. Y menciona que los hospitales requieren mejores equipos para atender a las personas enfermas. El niño imagina un mejor Ecuador, con médicos trabajando en mejores condiciones. “A algunos médicos les critican. Dicen ‘por la culpa de ese doctor una persona se murió’, pero la verdad es que ellos hacen todo lo posible para que esa persona pueda mejorar, pero no tienen el equipo suficiente”.

Es necesaria una mejor organización, dice Darel, para que “un doctor trabaje en la mañana y otro en la tarde”. El niño plantea que el descanso es clave para hacer un buen trabajo. Eso va de la mano con un sueldo justo, enfatiza. “Tienen familias a las que deben cuidar. Pasan noches lejos de sus hijos y se les debe pagar”.


Desnutrición
La desnutrición crónica infantil es un grave problema de salud pública en Ecuador. Afecta al 27,2% de los niños menores de 2 años y, pese a los planes ejecutados desde 1993, entre 2014 y 2018 se incrementó a 1 de cada 4 menores de 5 años, según Unicef.

“Cuando los adultos están enfermos deberían descansar, porque el trabajo los agota y no se recuperan bien; además, dañan sus ojos por estar mucho tiempo en la computadora”.

Christian anhela que las clases de arte sean una materia más

El niño artista afirma que incorporar clases de arte en escuelas y colegios, crear más espacios de cultura y recibir el apoyo de los padres es importante para potenciar la música y la actuación.
Christian Correa Andrade
Christian acude los miércoles y viernes al Conservatorio Nacional de Música; los sábados va a la Academia Guagua Pichincha. Foto: Julio estrella / EL COMERCIO

Por Carolina Vasco Yánez. Redactora (I)

Seguridad es lo que demuestra Christian Correa Andrade al expresar la pasión que siente por el arte. En su habitación, espacio en el que resalta a la vista un piano, empieza la entrevista con este pianista y estudiante de actuación de apenas 12 años.

Muestra una sonrisa al recordar que desde muy niño se inclinó por la música. Sus padres fueron y son amantes de bandas como Queen, The Beatles, Aerosmith, AC/DC, heavy melódico en español con bandas como WarCry, Kraken, entre otros, y de allí que él tenga el mismo gusto por el rock y pop.

Fue por esa razón que a los 4 años de edad quiso aprender a tocar la batería; sin embargo, optó por el piano como sugerencia de un profesor. Inició en una academia, luego tomó un curso de piano y a los 7 años fue parte de las audiciones en el Conservatorio Nacional de Música y fue aceptado.

Explica que el Ecuador de sus sueños sería un lugar en el que, en escuelas y colegios, las clases de teatro, piano u otros instrumentos fuesen una materia más, así como matemáticas o lenguaje. “Creo que en las universidades también deberían existir varias opciones para estudiar artes, música teatro, pintura y danza”, indica Correa.

Afirma que esto permitiría que la gente pueda ver más allá del arte y logren compartir sus ideas y pensamientos mediante la música y el teatro.

Un llamado a los padres
Para Christian es importante, además, crear espacios para que los niños den a conocer su talento. Cuenta que hasta ahora ha tenido presentaciones en el Conservatorio, en centros comerciales y próximamente se presentará en la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

El apoyo de los padres es necesario también. “Los niños necesitamos de ellos para que seamos constantes en lo que nos gusta y no abandonemos nuestros sueños; además, deben creer en nosotros, en lo que nos apasiona y motiva”, comenta Christian. Con eso concuerda Karen Andrade, su madre. Indica que como padres apoyan a su hijo, ya que su deseo es que sea feliz y se sienta seguro con lo que ama hacer.

Conforme pasan los minutos, se muestra más conversador y las ideas vienen a su mente. Comenta que hace dos años empezó además con clases de teatro en la Academia Guagua Pichincha. A través de la actuación logra expresarse libremente y ha logrado tener más confianza en sí mismo.

Este niño artista afirma que si desde pequeños cada uno toma el rumbo que quiere, como el arte, por ejemplo, cuando crezcan vivirán de lo que les gusta hacer, porque no es bonito vivir o trabajar haciendo algo que no les guste.

Además del piano y las clases de arte, Christian también ha dedicado momentos de su vida a la pintura. También toca guitarra y la armónica. Explica que en su gusto por las artes tuvo cierta influencia de su padre, quien también toca la guitarra. La entrevista concluye con Christian entonando en el piano Imagine, de John Lennon, cierra los ojos muy concentrado.


Proyección
Los niños y adolescentes de América Latina y el Caribe se encuentran entre los más afectados por el cierre escolar. En la región, las escuelas han estado cerradas un promedio de 37 semanas desde marzo de 2020; se calcula que solo el 39% de estudiantes de primaria puede leer un texto sencillo.

"Los papás deben apoyar la pasión que sienten sus hijos por las artes. Solo así, cuando vayamos a la universidad y luego a trabajar, haremos lo que nos apasiona y seremos felices”.

Luciana pide más laboratorios para desarrollar medicinas

Luciana Villacrés, de 6 años, imagina un Ecuador en el que más niñas y niños tengan acceso a laboratorios y puedan aprender de ciencia, desarrollar medicinas y curar a los enfermos.
Luciana Villacrés
Luciana Villacrés tiene 6 años y le gusta experimentar con diferentes productos con la ayuda de su abuelo en un laboratorio. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

Por Lizette Abril C. Redactora (I)

Los tubos de ensayo, algunas soluciones químicas y varias arcillas son cotidianas en los juegos de Luciana Villacrés Saavedra, una niña de 6 años y medio que desde hace dos se interesó por la ciencia. Lo que más le gusta son las “explosiones” que algunos experimentos pueden ocasionar.

Su juego científico favorito es ver cómo un líquido transparente dentro de un tubo de ensayo cambia de color y se vuelve morado al mezclarlo con otra solución. Sueña con poder entrar a los laboratorios de su escuela, pero aún no ha podido hacerlo; solo se permite el ingreso de estudiantes mayores.

Mientras mira los autos pasar, cuenta que le gustaría vivir en una ciudad en la que haya más figuras y distintivos que hagan referencia a la ciencia, que en las calles y paredes se plasmen tubos de ensayo, resultados de experimentos, microscopios y otros materiales; pues cree que así, más niños podrán familiarizarse con estos elementos e interesarse por investigarlos.

El covid-19 le acercó a la ciencia
Le emociona pensar en que en el futuro el país pudiera tener más laboratorios, para que se desarrollen medicinas y los enfermos puedan curarse y no sentir dolores por falta de acceso a un tratamiento.

Su primer acercamiento a las ciencias lo tuvo junto a su abuelo, Víctor Villacrés, durante la pandemia. Él es químico farmacéutico y, al ver que Luciana se aburría en los días de confinamiento, empezó a enseñarle algunos experimentos con productos fáciles de encontrar en la vivienda.

Después, sus padres le compraron el libro ‘Todos somos genios’, que relata las historias de los ganadores de los Premios Nobel en un lenguaje fácil de entender para los niños. Su historia favorita es la de Marie Curie, que obtuvo este galardón en Química. Luciana sueña con que un día una ecuatoriana también se lleve ese premio.

Ahora que retomó la rutina, luego de sus clases practica otras disciplinas como ballet, piano, natación y tenis, pero la ciencia es su pasatiempo los fines de semana. Emocionada dice que los sábados visita el laboratorio de su abuelo, se coloca sus gafas y un mandil blanco para practicar algunos experimentos.

Además, en casa tiene una “caja mágica” diseñada por su familiar, que contiene algunos productos, reactivos y un instructivo para que practique experimentos aptos para su edad. En casa hace experimentos lúdicos y se emociona al mezclar diferentes materiales.

En la actualidad tiene mucha curiosidad por los conceptos químicos que están detrás de su ‘slime’; constantemente pregunta de qué está hecho. Le gustaría preparar el suyo propio en las próximas semanas. Le agrada saber que sus papás la apoyan en cada uno de los experimentos.


Mujeres en ciencia
Mujeres en ciencia Solo el 30% de quienes investigan en todo el mundo son mujeres y el 35% de estudiantes de áreas de ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas (STEM) son mujeres. Según estudios recientes, uno de los factores que inciden es que se les hace creer a las niñas que no son suficientemente inteligentes o capaces para cursar estas carreras.

"Me gustaría que un día una mujer ecuatoriana gane un Premio Nobel como el de Marie Curie. Tenemos que estudiar mucho y practicar para llegar a eso. Sería muy emocionante”.

Maya quiere un Ecuador limpio y seguro para hacer turismo

Esta pequeña ama viajar; la playa es su lugar favorito. Maya considera que el cuidado de los lugares turísticos es fundamental para dar una buena imagen y atraer al turista nacional e internacional.
Maya Vilaña
A Maya le gusta viajar. Siempre lo hace acompañada de su patineta. Ella vive en Tumbaco con sus padres. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO

Por Paúl Jaramillo. Redactor (I)

¿Qué le hace a Ecuador tan especial? Maya Vilaña, de 12 años, trata de responder esa pregunta y lo hace con una sola palabra: diversidad.

Mientras camina por la Plaza de Tumbaco, oriente de Quito, sostiene su patineta y dice que le encanta viajar a la playa.

El clima, los paisajes, la arena y el mar hacen de ese lugar su sitio especial. Pero también le resulta mágico ir a la montaña, al parque.

Le encanta viajar. La mayoría de veces lo hace con sus padres, sus tíos y sus abuelos. No deja pasar la oportunidad de levantarse tempranito un sábado, domingo o feriado para alistar su maleta -eso sí sin olvidarse de su patineta- y aventurarse. Lo ideal para fomentar el turismo, menciona, son dos cosas: seguridad y limpieza.

Camina tímida; se toma su tiempo para entrar en confianza y sonreír. Sin embargo, no duda en solicitar -con voz enérgica- a las autoridades más control y seguridad.

“¿Cómo quieren impulsar el turismo si no se puede salir con tranquilidad a dar una vuelta por un malecón en la noche, por ejemplo? Eso espanta al turista”.

Con voz baja, tratando de articular las mejores palabras, afirma que el Ecuador ideal sería aquel que respete la vida de los demás y que cuide el ambiente.

No es tan difícil. “Si tomas un helado o comes algo busca un basurero y deposita tus desperdicios. Solo así mantendremos una buena imagen del país”.

Su playa favorita es la de Manta porque es la más limpia que ha conocido hasta el momento. Está orgullosa de la gente que la cuida.

¿Faltan sitios turísticos?
Su respuesta es contundente: “No”. Ella cree que Ecuador es una de las naciones - sino la principal- con más lugares por visitar, con varias actividades por hacer y, sobre todo, con mucha historia.

“Yo prefiero viajar por todo el Ecuador antes que ir a otros países, creo que todavía me falta mucho por conocer”.

Otro de sus lugares favoritos es la montaña. La posibilidad de realizar largas caminatas y sentir la naturaleza la hacen especial. A Maya le gusta el deporte. Es de esas niñas que jamás se queda quieta; siempre está en movimiento. Le fascina explorar.

“Los niños somos quienes motivamos a los adultos para que viajen, que nos lleven de paseo. A mí no me gusta quedarme encerrada en mi casa”, menciona.

Andrés y Carolina, sus padres, han sido quienes le han inculcado esa chispa aventurera.

Cuando tienen la oportunidad salen juntos a conocer sitios nuevos o, simplemente, dejan la casa para pasear en el parque. Maya también disfruta visitando restaurantes; adora la gastronomía local.

Antes de subirse a su patineta y dar vueltas junto a la iglesia de Tumbaco, esta pequeña se toma unos minutos parta dejar un mensaje: “Cuidemos de Ecuador, no botemos basura, no quememos los bosques. No esperemos que alguien lo haga por nosotros. Seamos los primeros en insistir para recorrer nuestro país”.


Convivencia
El 18,6% de los niños en Ecuador viven solo con su madre. Mientras que con su padre la cifra es mínima y representa el 2,4%. Por otro lado, el 79% convive con su padre y madre, según los datos más recientes publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

“En Ecuador hay muchas cosas por descubrir. Yo les diría a los niños que conozcan primero su país y se enamorarán de todo lo que se puede encontrar. Tenemos muchas maravillas”.

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Créditos: Paola Gavilanes | Diana Serrano | Dayana Vinueza | Ronald Ladines | Lineida Castillo | Yadira Trujillo | Carolina Vasco | Lizette Abril | Paúl Jaramillo | El Comercio