SEXO

A LA VENTA

La Cantera fue declarada zona de tolerancia en el 2006. Se llama así porque de ese sector se extraía material para construcciones. Está ubicada en el Centro Histórico en el límite occidental de la ciudad y a 350 metros de la principal cárcel de la ciudad, el ex penal García Moreno

En La Cantera fueron reubicadas las trabajadoras sexuales que laboraban en las calles del tradicional sector de la 24 de Mayo, del Centro Histórico, tras el desalojo del 2001 en la administración del ex alcalde de Quito, Paco Moncayo.

Danubio Azul es uno de los cabarés del lugar. Es una casa de 12 habitaciones que el Municipio entregó a las trabajadoras sexuales y por la cual deben pagar USD 50 000 a un plazo de 10 años.

En el Danubio Azul trabajan en la actualidad 17 mujeres. En sus inicios hubo 40 trabajadoras sexuales, según la Asociación Pro Defensa de la Mujer. La mayoría ha vuelto a las calles.

LAS FACETAS DEL TRABAJO SEXUAL EN ECUADOR
historia
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El olvido de las mujeres en La Cantera

- ¿Recuerdas el día que llegaste a La Cantera?

- Claro que me acuerdo. Italia (Vaca) nos llamó a las 06:00 y nos dijo ‘ya es hora’. Nos reunimos en la casa de una compañera ocho mujeres y nos fuimos. La Policía nos ayudó a traer las cosas.

- ¿Qué llevaron?

- Camas y colchones que nos habían donado antes.

- ¿Cómo las recibieron?

- ¡Uy, fatal! Nos tiraron piedras y hasta candela. Palos. ‘¡Qué salgan las putas!, ¡que se vayan las zorras, las quita maridos!’, nos gritaron.

- ¿Qué hicieron?

- Nos encerramos, hasta vino la Policía con sus tanques para ayudarnos. El segundo día se supone que íbamos a trabajar, pero qué va. Como cinco días nos trataron así.

- ¿No trabajaron?

- No teníamos ni una cerveza, nadie quería salir. Pero yo sí salí. Me puse la camiseta de la Asociación Prodefensa de la Mujer (de trabajadoras sexuales en Quito), era negra con letras blancas y decía ‘por nuestros derechos’. Así me iba con otra compañera. Nos decían ‘ahí van las putas’ y nosotras pasábamos bien campantes ¡Uy! Comenzamos con tres cervezas enlatadas. Las comprábamos en el mercado (de San Roque) para que nos salgan más barato. Y así mismo se acababan y así mismo volvíamos a salir en medio de esa gente. Incluso una compañera se dañó un dedo de la desesperación por cerrar la puerta rápido. Otra se desmayó y otra se raspó la rodilla.

- ¿Hasta cuándo las trataron así?

- Hasta el mes molestaron. Después se fueron acoplando. Se dieron cuenta que no éramos mujeres escandalosas, que no éramos mujeres de problemas.

- ¿Qué tenían en la casa, la que les vendió el Municipio para instalarse en La Cantera?

- Solo teníamos el juego de muebles, el roperito, las camas y una grabadora prestada por una compañera. No teníamos ni una mesa.

- ¿Cómo llegaban si era una zona insegura?

- Esto se conocía como la bomba del polvo.

- ¿Bomba del polvo?

- De la droga pues.

- ¿Pero cómo llegaban?

- En unas furgonetas, también había buses que traían a los clientes gratis. Gratis el pasaje pero no el… jajajaja. Se traía a las mujeres de las calles para que conozcan, porque imagínese en cinco años en la calle ya estaban acostumbradas a coger su plata. Y de pronto venir a encerrarse, a pasar el tiempo acá, no… Lo de los buses duró dos meses.

- ¿Y las noches?

- Nos tocaba dormir aquí para que no nos roben. Cinco mujeres nos quedábamos. Como un mes nos tocó así, había un solo guardia.

- ¿Sigue siendo una zona insegura?

- Como en todo lugar hay riesgo. El cliente que viene tiene que saber a lo que se atiene.

***

En el mapa de Quito, La Cantera está a punto de fusionarse con el borde occidental del centro de la ciudad. Está rodeada por la quebrada de San Marcos y una montaña tajada como testigo intacto de su historia: un antiguo proveedor de roca y arena para la ciudad, antes de convertirse en el 2006 en la única zona de tolerancia del Centro Histórico.

La Cantera tiene otras particularidades. Está a 350 metros arriba del ex penal García Moreno, el mayor centro de rehabilitación de la capital; al frente de una guardería con 40 niños y de un retén policial, que en tres mañanas estuvo cerrado y vacío.

Allí, durante la administración del ex alcalde Paco Moncayo, fueron reubicadas 400 trabajadoras sexuales que laboraban en las calles. El traslado se dio cinco años después del desalojo de cientos de mujeres de los cabarés de la famosa avenida 24 de Mayo, sitio histórico de concentración de mujeres dedicadas a esa actividad en el centro de la capital.

El lugar fue planteado como una solución para la disminución del trabajo sexual en las calles, pero de esas mujeres hoy la mayoría sigue en las veredas y no pertenece a la 24 de Mayo, según la investigadora Mariana Sandoval. “Las raíz es la toma de decisión equivocada basada en la discriminación”.

La zona de tolerancia y el barrio tienen una división natural a la que se ha agregado una muralla de metal color verde. El panorama es el siguiente: hacia la derecha del muro, en la zona alta, está el barrio; hacia la izquierda, los cinco cabarés que se instalaron en el transcurso de los años, en una depresión. Y entre estos cinco burdeles, una casa con ocho familias y 14 niños conviven con el trabajo sexual.

“Desde una perspectiva de género, mayor prioridad dentro del casco colonial tienen los presos que las mujeres porque ellas están fuera de la periferia de Quito. Ellas siguen siendo vulnerables”, afirma Ana Luz Dávila, investigadora de Flacso.

La Cantera está al final de la calle Rocafuerte y esta a su vez termina en una cuchara, de cuyo lado izquierdo se desprende un camino de adoquín que sigue hacia el occidente y se pierde en la montaña. Pero para llegar a los cabarés es necesario bajar por una estrecha calle adoquinada que algunas trabajadoras sexuales le han puesto el mismo nombre que el de una transversal cercana: Pedro Pecador.

***

Un fuerte y helado viento golpea a La Cantera. Sus mañanas son silenciosas y sus tardes, ajetreadas. Pero aquel día las estridentes carcajadas de Fernanda* rompieron su letargo de las primeras horas. “Bien puesto el nombre”, dice entre risas mientras señala la calle que ha decidido llamar ‘Pedro Pecador’ por la cual se desciende a los cabarés.

La portovejense de apretadísimos jeans azules llegó al Danubio Azul, uno de los cincos locales de La Cantera, para visitar a sus compañeras.

“Vine a Quito por necesidad y porque alguien me inició”. Así comienza su historia que está llena de desarraigos y para ello se remonta a sus 13 años y medio –repite esa edad con seguridad- cuando ya viajaba entre la Sierra y la Costa. Solo ahí baja el tono y pide un cigarrillo al guardia del Danubio Azul. “Tú me lo vas a pagar”, sentencia y se sienta en un taburete afuera de la casa de tolerancia con vista hacia la ‘Pedro Pecador’.

Cuenta que a los 13 años y medio se inició en el centro de Quito, en el extinto ‘Harén de mujeres’, de la 24 de Mayo. Vivió siete años “aventurándose” en Guayaquil, Cuenca, Machala… antes de establecerse en Quito hace una década. “Hasta Galápagos llegué”.

Apenas asentada en Quito, ya con dos hijos (hoy tiene tres), un desalojo la sorprendió el 30 de agosto del 2000. “Llegó la batida, sin respetar a uno. Entraron con cámaras y nos botaron así como estábamos, ni tiempo a tomar la ropa nos dieron. Yo estaba con un mameluco azul, apretado y con huecos no apto para salir en la calle”.

Fernanda se refugió en las calles Espejo y Montúfar y en la Asociación Prodefensa de la Mujer (Asoprodemu), donde fue secretaria. Por esta cercanía con la organización local de trabajadoras sexuales fue parte del primer grupo que llegó a La Cantera, al local llamado Danubio Azul, también un 30 de agosto del 2006.

Fernanda (der.) limpia la Patrona de La Cantera. La imagen fue concebida por un grupo de trabajadoras sexuales del lugar con el apoyo de artistas. Foto: EL COMERCIO

La ubicación de los prostíbulos respondió a la necesidad del ordenamiento y de la planificación de la ciudad, según Inés Pazmiño, ex administradora de la zona centro de aquel año. Había que “generar un espacio idóneo para el uso del trabajo sexual en un lugar compatible y que la ordenanza lo permitiera”. Pazmiño se refiere a la ordenanza que determina que ese tipo de actividad es exclusiva en sectores industriales de mediano impacto y de áreas protegidas. Además, “en el Centro Histórico no hay mucho de donde elegir”.

“Pensaron que como estábamos rodeadas de peñas, en ese huequito, allí íbamos a estar”, reclama Elizabeth Molina, coordinadora de la Red de Trabajadoras Sexuales del Ecuador (RedTrabSex). “A lo mejor para el Municipio, el tema de fondo es la reubicación. Mientras nos traten de invisibilizar (…) Antes se decía que nos mata el sida. No. A nosotros nos mata la indiferencia, la inclemencia de ellos que nos botan como ciudadanos de segunda o tercera (clase)”.

En el sector se identificó un inmueble para esta actividad. Así nació el Danubio hace casi seis años como una casa administrada por las mismas trabajadoras sexuales. El Municipio les vendió el inmueble por 50 000 dólares a un plazo de 10 años, que aún siguen pagando. “A nosotras no nos han regalado nada, nunca lo hemos pedido”, asegura Italia Vaca, presidenta de la Asoprodemu.

El lugar tiene 17 habitaciones y se inició con un juego de muebles, un ropero, camas y una grabadora prestada. Aún mantiene esos muebles. Las mujeres han agregado una cabina para un DJ, un bar y un comedor, pero también cuatro cámaras de seguridad y un cerco eléctrico que rodea los 50 barrotes negros que separan al Danubio de la montaña. Afuera, alrededor de La Cantera, hay otros 60 barrotes más.

Por esta calle se desciende a los burdeles de La Cantera. Existen cinco locales, pero solo el Danubio Azul es administrado por las trabajadoras sexuales. Foto: EL COMERCIO

Vaca afirma que la inseguridad es el principal problema. Lo corroboran sus vecinos de los otros locales y todos coinciden que en la tarde, de las 15:00, los robos son frecuentes. En el proyecto municipal, recuerda Vaca, se planteaba seguridad las 24 horas.

Mientras, la Secretaría de Inclusión Social del Municipio prepara las primeras políticas para el sector. Lo hará a base de un diagnóstico que se inició en diciembre del 2011 sobre los grupos que se dedican al trabajo sexual en el Centro Histórico y los servicios que requieren. En la actualidad solo “hay un listado de locales pero no es un buen inventario, son datos muy generales”, explica Margarita Romero, funcionaria de la Secretaría. La Cantera es parte de la consultoría que costó USD 12 000.

El trabajo sexual ha sido tratado con visiones distintas dentro del Municipio. Así lo reconoce Romero. Por eso el Cabildo creó un Comité Técnico de Trabajo Sexual, que labora desde noviembre del 2011 y que está conformado por las secretarías de Territorio, Seguridad, Salud, Inclusión y la Administración Zona Centro. “El Municipio ha sido visto como represor. Eso nos ha costado romper”.

***

Las carcajadas de Fernanda no paran. Se le ha unido un grupo de mujeres en el bullicio. Junto a la puerta de ingreso comentan sobre la Patrona de La Cantera. Es una imagen de cabello alborotado, busto abultado y rodeado de una montaña. Irreverente. Salió de un proyecto artístico en el que participaron las trabajadoras del Danubio. “No es virgen”, dicen y empiezan de nuevo las risotadas.

Fernanda limpia las letras doradas de la imagen y recuerda que el cuerpo de la Patrona es el suyo.

- ¿Sigues en La Cantera?

- El trabajo sexual nunca lo voy a dejar, así esté en mi casa lo voy a ejercer con mi marido. Pero hace siete meses he dejado de venir…

*Los nombres han sido cambiados para mantener en reserva la identidad de las trabajadoras sexuales.