Barcos hechos a mano

En Guayaquil se mantiene vigente la tradición ancestral de los astilleros

09 Marzo 2014.

El eco de los martillos taladra los oídos en el barrio del Astillero. Repica a orillas del río Guayas y se pierde con el ruido de los autos de la calle Venezuela. Las curvas carcomidas de la Santa María I, la nave de pesca de Alfredo Barahona, reposan en el varadero Barcelona, sur de Guayaquil. Es la ruta de los astilleros, tradición que se resiste a morir.

Sierras eléctricas, taladros y la fuerza de 20 hombres son las herramientas para cambiarles la piel a estos gigantes de madera. La reparación de un barco pesquero puede tomar hasta cinco meses. Y son sus tripulantes, quienes navegan por sus entrañas, los artífices de la transformación. Navegantes, maquinistas, hasta el capitán se convierten en carpinteros navales.

Usan técnicas artesanales heredadas del siglo XVI -cuando Guayaquil era astillero destacado de la Mar del Sur-. Maderas de alcanfor, amarillo y guayacán retapizan las naves. La pelusa del coco cubre la unión entre tableros.

Cemento blanco, sebo, agua… Las manos de Gustavo Lindao se sumergen en esta mezcla que luego sellará las hendijas. La pintura es el maquillaje final.

Algunos carpinteros navales han entregado 20 años de sus vidas a este oficio. Se alejan de sus familias y hasta viven dentro de las viejas naves hasta completar su tarea. Esta semana, Santa María I será remolcado por el río Guayas hasta puerto El Morro. Ahí será ataviado con el motor y las gavetas recolectoras de camarones, antes de acariciar el mar otra vez, con una nueva piel.

Fotos y texto: Enrique Pesantes

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