¿Sabía que la vecindad de San Roque tiene la fama de levantisca y revoltosa? Las transgresiones al poder y al orden establecido arrancaron en la segunda mitad del siglo XVIII hasta mediados del XX, como veremos más adelante.
Pero el origen de esa conducta insumisa hay que buscarla más atrás. Los primeros sanroqueños, dice Manuel Espinoza, en su libro ‘Insumisa Vecindad’, provienen de dos vertientes. Una: los Kayas (hijos de los conquistadores incas en mujeres de etnias locales). Dos: los primeros mestizos biológicos (hijos de conquistadores españoles en mujeres indígenas).
La conducta política de los primeros (kayas) fue ambigua: a veces se comportaban como incas, en otras respondieron a los intereses de los locales. Por tanto, los kayas fueron el ascendente prehispánico de lo que unas décadas más tarde sería la vecindad de San Roque.
Y justamente, en ese lugar ya vivía la familia de Atahualpa y sus yanakunas.
Yanakunas, al servicio de los poderosos
Los yanakunas estaban al servicio directo del gobernante y la aristocracia inca. Sus servicios eran retribuidos con bienes, parcelas y ganado. Estas personas estaban exoneradas de cualquier retribución y de trabajos colectivos que sí realizaba el resto de individuos que pertenecía a los llamados ayllus. Los yanakunas se encargaban del servicio y mantenimiento de sus lugares. Luego, algunas familias yanakunas pasaron al servicio de ciertos capitanes españoles de la conquista o de los frailes franciscanos.
DATOS CURIOSOS
Antes de ser un asentamiento poblado, el actual San Roque era una plaza de abastecimiento, lo que se facilitó por su ubicación en la confluencia de varias vías.
Allí, los incas también edificaron los tambos reales, una suerte de albergues en los que se emplazaba el inca a su paso por las tierras que integraban el imperio.
Además, se instalaron parte de las élites de poder y los grupos de gente trasplantada desde lo que hoy son Perú y Bolivia, con fines de transferir la cultura y controlar a los pueblos sometidos.
Tras la iglesia de San Francisco, Huayna Cápac (rey joven) construyó su casa de descanso o placer.
En los alrededores de la actual plaza Victoria (calles Imbabura y Ambato), Atahualpa hizo lo mismo.
Cuando los españoles organizaron la villa, a los hijos de Atahualpa y a toda su descendencia se confinó a los predios donde el inca había construido su palacio de descanso.