09 febrero 2014.

Los biólogos que cuidan el Parque Nacional ­Cayambe-Coca están tras la pista de los escurridizos osos de anteojos. Huyen o desaparecen en la densa neblina de la montaña. Es importante encontrarlos para monitorearlos, luego de colocarles collares satelitales. Así se evitará que se dirijan a zonas peligrosas como las carreteras y quebradas. El monitoreo de esta especie y de los tapires es parte de un proyecto, que se emprendió hace un año. Hasta el momento se ha identificado a cinco tapires, que portan sus rastreadores y se los protege de la caza. De hecho, cada uno ya tiene un nombre.

El tapir y el oso de anteojo son los mamíferos emblemáticos del Cayambe-Coca, donde se han registrado 687 animales. También es el hábitat de más de 100 especies endémicas vegetales.

Mientras se busca a los osos se cuida el agua, otro recurso importante del parque, dividido en dos zonas. La alta (25% de páramos) y baja (75% de bosque nublado). En un recorrido hecho por 88 kilómetros de la parte alta se observan, como espejos, 12 de las 64 lagunas que aparecen en las montañas. Este sistema lacustre y lo que almacena el páramo abastecen el 50% del agua que se potabiliza para el consumo en Quito.

Allí están lagunas como la de Baños, San Marcos, Guambicocha, Gavilancocha, Mogotes o Loreto. En sus alrededores abunda el pajonal de páramo, cuyo paisaje se complementa con el nevado Cayambe y el cerro Puntas. En esa zona está el humedal Ñucanchi Turupamba. Para su cuidado y conservación, los habitantes de las 60 comunidades que viven en los alrededores del parque participan en tareas comunitarias de reforestación. Por ejemplo, a cambio de conducir el agua por tubería para su consumo, deben sembrar pajonal en el mismo lugar en el que levantan la tierra y no dejar pastar al ganado.

El páramo dorado contrasta con las montañas verdes de la zona baja. Allí está el volcán activo Reventador y atractivos como las cascadas Mágica y San Rafael.

Andrea Medina D. Redactora
medinaa@elcomercio.com