Pablo Calvache: Chicho

Tres generaciones llevan
en sus venas el arte de ser payaso


Frente a una enorme carpa de circo, amarilla y azul, con vista a la av. Teniente Hugo Ortiz (en el sur de Quito) descansa un tráiler celeste. Pintado en letras rojas sobre las latas se lee "Rolex" y al lado de la X la cara de un payaso decora parte de una puerta. Es el hogar de Chicho. Se abre la puerta y sale un joven de mediana estatura, trigueño, cabello castaño corto. Viste casual, como quien no piensa salir de casa en toda la tarde: shorts largos coloridos, una camiseta blanca, medias sin zapatos.

El nombre que consta en su cédula es Pablo Calvache, al igual que su padre, al igual que su hijo menor. Pablo nació en el Hospital del Sur, en Quito, el 21 de noviembre de 1985. Chicho, el payaso, nació cuando tenía 3 años y su papá le pintó por primera vez el rostro. Durante 25 años Pablo Calvache (padre) fue Marraqueta, su alias artístico, y desde 1983 la principal atracción del circo que él mismo fundó. De los seis hijos que tuvo, todos ellos involucrados en las artes circenses, Chicho (el intermedio) fue el único que siguió sus pasos.

Y los inicios de su carrera como payaso fueron de la mano de su padre. Sentado en una silla de plástico dentro de la carpa vacía en donde predomina la iluminación amarillenta, el patriarca de los Calvache muestra una fotografía vieja. Un payaso vestido con un mameluco verde, camisa blanca y boina verde mira a la cámara. Sentado a su lado está su réplica en miniatura. Los orígenes artísticos de Chicho, encapsulados en una imagen, le sacan una sonrisa a medias a Pablo (hijo).

“Fue estricto conmigo, un buen profesor” suelta el joven, quien fue más apegado a su padre que el resto de sus hermanos. Desde pequeño siempre supo que quería tomar el mismo camino. Por esta razón, su infancia y adolescencia fluctuaban entre la escuela y el colegio (de lunes a viernes) y el circo (los fines de semana) un día el llamado del circo pudo más.

Cuando cursaba el tercer año de Psicología en la Universidad Estatal de Guayaquil, Pablo tuvo la oportunidad de perfeccionar su carrera como payaso en EE.UU. Codo a codo Marraqueta y Chicho, Chicho y Marraqueta actuaron en la Feria Internacional del Libro en Chicago. Hace seis años que el dúo de payasos se disolvió. El experimentado Marraqueta dejó el escenario y su hijo quedó como el payaso principal -y el único- del circo Rolex. Sin embargo, Pablo admite que su papá es ahora “el motor, el cerebro del circo”.

Al tomar la posta, Chicho llevó el concepto de payaso a otro nivel. Cambió el colorido ropaje por un elegante traje -siempre blanco o negro-. Transformó la peluca en una gorra a juego de los Yankees de Nueva York. Cambió la prominente nariz roja por una disimulada nariz negra. Sumó una trompeta dorada. Pero Chicho, el payaso estilo europeo, no actúa solo. Hace cinco años conoció a una artista circense quien es ahora la madre de sus hijos y junto a ella presenta un número que incluye perritos amaestrados.

El mundo del circo es algo que se transmite en los genes, coinciden Chicho y su padre. Con un año menos del que tenía Chicho cuando descubrió su vocación, el menor de la progenie de Pablo (hijo) no desaprovecha los momentos en los que su papá se maquilla para tomar las pinturas y echárselas en la cara. Con esta inclinación del pequeño Pablo, son ya tres generaciones de la familia Calvache involucradas en el fantástico mundo del payaso.

Gabriela Balarezo. Redactora

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