La alegre metamorfosis de su rostro se hace en la terraza de la casa de su madre, en la ciudadela IESS-FUT, en el sur de Quito. El maquillaje, la nariz, sus trajes, sus títeres… van distribuidos en una maleta negra de ruedas, una mochila y un canguro. Ahí también tiene una bata blanca, como de médico. La usa para hacer voluntariado en los hospitales, de hecho así empezó su vida de clown. Esa parte de su trabajo es un reto a la creatividad. “No es lo mismo animar una fiesta que entrar a una sala de niños con cáncer”.
Esta última frase obliga a imaginar la escena en un hospital. Dino mueve las manos, como si necesitara del apoyo de ellas para acentuar sus emociones. De esa manera relata cómo se convierte una habitación hospitalaria en Marte, para que el niño enfermo crea que llegaron los marcianos. No hay límites para ser clown, se improvisa todo como en la vida misma. Las casualidades marcan su camino. Su separación lo llevó al clown, ahora busca una casualidad para encontrar una pareja con quien compartir sus sonrisas.
El clown saca lo mejor de Dino Chiriboga. El clown es como un niño de tres años: inocente y honesto, que busca llamar la atención del adulto. Dinchi busca llamar la atención del público, el clown, dice Dino, es el estúpido que tienes dentro. “No es burlarse de los demás, es transmitir emociones”. ¿Emociones? Sus cejas de clown, dibujadas hacia el centro de la frente, denunciarían tristeza en Dino. Él, aunque no lo dice explícitamente, vive de la alegría.
Hace unos meses fue a Gualea, parroquia del noroccidente de Quito. Jugó todo el día con 100 niños y se alimentó de esa energía. Incansable. Pero al siguiente día siente el cuerpo como si hubiese jugado un partidazo de fútbol, con el cuerpo golpeado. Eso es bueno, Dinchi absorbe la energía infantil.
Desde hace un año y medio empezó a ser animador de fiestas. Su compañera es Mayiya. Nunca va a su trabajo preocupado por asuntos personales. Las risas son su motor. Así como nunca se deja ver al colocarse su nariz, tampoco muestra los rasguños que puede ocasionar una tristeza en su maquillaje de clown.
Marcos Vaca. Editor digital