Después de que la National Geographic
catalogara al lagarto pinocho como una especie extinta, tres biólogos lograron captarlo en su hábitat natural en Ecuador inglesa cambió su vida africana por viajes alrededor del mundo. Lleva un mensaje de defensa de la vida.
05 Enero 2013.
Se necesita una buena visión y más de seis horas de caminata si en la noche se quiere ver a una de las especies de lagarto que la National Geographic había catalogado como extinta. Eso no es problema para los biólogos Alejandro Arteaga y Lucas Bustamante, dos de los tres autores del libro ‘Anfibios y Reptiles de Mindo’, un texto que demuestra la existencia en el país de esta especie de lagarto.
Después de la publicación de su texto, estos investigadores acompañados por el biólogo español Jaime García, viajaron nuevamente al hábitat de estos lagartos. El objetivo: encontrar y fotografiar al lagarto pinocho.
Eran los últimos días de diciembre y la búsqueda en el bosque nublado de Mindo se iniciaba a las 20:00. Ayudados por una linterna frontal, que se coloca en la cabeza, los investigadores caminaron por arroyos y entre vegetación de la zona.
En menos de un minuto de camino, los sonidos de las cerca de 100 especies de anfibios y reptiles que viven en ese sector acompañaron el recorrido.
Arteaga tiene cuatro años de investigación y con su equipo también divisó en una rama a una rana de cristal o Cochranella (nombre científico).
Esta es una especie propia de la zona, que adquirió ese nombre porque la parte frontal de su cuerpo es totalmente transparente. A simple vista se pueden observar sus venas, articulaciones y hasta su corazón.
Durante cuatro horas, en cada árbol se divisaron especies de anfibios, reptiles, insectos, arácnidos e incluso mamíferos, como una zarigüeya y un venado.
La noche avanzó y antes de las 02:00, los expedicionarios decidieron trasladarse a otro sitio cercano. Al llegar, los tres biólogos armaron una especie de caña para halar las hojas que coronan los árboles. Se separaron. Empezó la búsqueda. ¡Encontré uno!, gritó Bustamante, y todos corrieron a él. Allí estaba el lagarto pinocho. Mientras uno movía la rama en la que reposaba el reaparecido reptil, los otros fijaban su mirada en el sitio en el que caería.
Lo que primero se pudo ver fue su alargada nariz. Al colocarle sobre una rama, el animal -un macho adulto- se quedó totalmente inmóvil. “Esto porque al quedarse así se camufla y se defiende frente a posibles depredadores”, dice Arteaga.
El lagarto pinocho fue descubierto en 1953 y ha sido visto en varias ocasiones durante los 15 años que siguieron a ese momento. Sin embargo, luego de mediados de los 60 no se le volvió a ver y se lo consideró extinto hasta su redescubrimiento en 2005, al costado de una ruta. Luego, los participantes de una expedición de Harvard integrada por herpetólogos de Bélgica, Ecuador y Estados Unidos también pudieron divisar al animal el 2010, pero a partir de entonces no se supo más nada de esta especie.
La madrugada en Mindo preparaba más sorpresas. García encontró a una hembra de la misma especie y Arteaga a un ‘juvenil’, al cual el alargado apéndice aún no le crecía. En su adultez, su singular nariz le ayudará a atraer a las hembras, explicó Bustamante, mientras lo sostenía en uno de sus dedos.
Casi a las 03:00, los biólogos trasladaron a las especies hasta su sitio de alojamiento. En la mañana los examinarían y les harían otras fotografías.
Para el biólogo Juan Manuel Guayasamín, director del Centro de Investigación de la Biodiversidad y Cambio Climático de la Universidad Indoamérica, este tipo de investigaciones genera una conciencia que ayuda a la conservación. Él recuerda que el primer encuentro con este tipo de reptil, que mide cerca de 15 centímetros en su edad adulta, fue mientras realizaban la investigación para la publicación del libro. En la página 147 del texto, que los investigadores presentaron en diciembre, se muestra una fotografía de esta especie. El fondo de la imagen es negro, pues la gráfica se tomó en la espesa noche de la Reserva Natural Séptimo Paraíso, ubicada a la entrada de Mindo, sitio en el que fue visto. Según Guayasamín, uno de los aspectos más importantes del proyecto es el descubrimiento de una nueva especie a la que nombraron cutín de Mindo o Pristimantis Mindo. Es una pequeña rana nocturna y arbórea que, según creen los autores, se reproduce mediante desarrollo directo, es decir que atraviesa una fase de renacuajo o güilli-güilli. Fue descubierta en la fase de trabajo de campo. Durante los cuatro años se hicieron numerosos viajes a esta zona. La nueva especie está ilustrada en las páginas 208 y 209 del libro publicado en inglés. Los autores planean sacar una segunda edición en castellano, para que tenga mayor alcance entre los lectores nacionales. Mientras el resto del equipo descansaba, el biólogo español continuó con la búsqueda de Pristimantis Mindo. García contó que caminó hasta cerca de las 06:00. Al final observó y guardó al nuevo tipo de anfibio para que el equipo pudiera examinarla y fotografiarla en la mañana. “Conozco el sonido que emite esta especie de rana, eso fue lo que me guió a ella”. Con la luz del sol, los colores y la textura del lagarto mostraron su magia. Dependiendo de su ubicación, los colores de esta especie animal mutaban, casi como un camaleón.