Álvaro López: Cerapito

Las sonrisas de los niños son
la mejor paga para el payaso Cerapito


Fue hace 11 años que Álvaro López descubrió en él una química especial con los niños, que lo motivó a animar fiestas infantiles como payaso. Hoy tiene 27 años y es un comunicador social de profesión, pero aún conserva la misma frescura que lo llevó por primera vez a disfrazarse y pintarse el rostro para sacar sonrisas.

Su relación con los niños fue algo fortuito, de hecho cuenta que no siempre tuvo el apego de ahora. Todo empezó cuando seguía un curso para alcanzar la confirmación católica. Uno de los requisitos era cumplir un número determinado de horas de acción social en una fundación que trabajaba con niños de realidades adversas. Su función era animarlos, y pese a que Álvaro mostraba afinidad por las artes, no sentía apego alguno por los niños.

Álvaro recuerda que realizó su primera presentación como el ahora lejano personaje protagonista de la telenovela ‘Pedro El Escamoso’. Fue chistosísimo, dice. De esta forma empezó a percibir la necesidad de alegría que tenían estos niños y su perspectiva empezó a cambiar radicalmente. Entonces Álvaro encontró la razón para ingeniarse alguna forma de animar a los niños. Este primer paso le permitiría familiarizarse por primera vez con los títeres y los payasos. Al principio lo tomaba como un 'hobbie', pero luego de algunas presentaciones se dio cuenta que tenía una habilidad que le podría brindar un ingreso económico, claro, sin descuidar su vocación social.

Álvaro había desarrollado un talento especial, pero aún había mucho que aprender. No quería parecerse a los payasitos de circo, más bien buscaba un estilo propio que lo acercase a los niños, ya que en muchas ocasiones veía que a algunos niños se asustaban con los payasos. Fue entonces que creó una imagen particular, más amigable: un mameluco, zapatos Converse y un maquillaje distinto al tradicional. Todo eso nació de su propia inventiva.

Como parte de su autoformación, Álvaro ha mantenido contacto con algunas personas y grupos que le han compartido conocimientos de animación. Cuenta, por ejemplo, que en una ocasión necesitó hacer dos shows distintos para un mismo público, entonces contactó, “por medio de las páginas amarillas” a un grupo de titiriteros colombianos. Ellos lo ayudaron en su presentación y le ayudaron a mejorar el manejo de los títeres. También aprendió de sus amigos a realizar globoformas.

Álvaro ha desarrollado múltiples personajes, como el payasito Tallarín, el gusanito Felipe y, ahora personifica al payasito Cerapito. Él se siente lleno con esta actividad, porque le permite dar y recibir mucho cariño de los niños. Por otro lado ha podido financiar su carrera universitaria e incluso vivir. Él dice que para ser un payaso, más importante que todos los conocimientos de actuación es sentir apego por los niños.

No todas las ocasiones han sido muy alegres. Un 24 de diciembre fue a visitar la zona de quemados del Hospital Baca Ortiz y se encontró con un niño que tenía el 80% de su cuerpo quemado. Él se reía de su show pero a la vez sentía mucho dolor.

Álvaro trabaja de martes a viernes como guía de una exposición en el Centro Cultural Metropolitano, pero cada fin de semana tiene una agenda cargada de fiestas. Ahora no solo hace presentaciones infantiles sino también horas locas. Los medios de comunicación también han formado parte de su experiencia laboral, ha participado en algunas radios como productor y locutor. Incluso ha logrado combinar su apego por los niños y la radio. Ha participado en programas infantiles de radio prestando su voz a distintos personajes.

Su apego por lo niños no queda en su dimensión artística, se ilusiona con la idea de tener una familia, a sus propios hijos para completar su vida. Álvaro no se avergüenza de ser payaso, quiere entregar a su hijo, cuando llegue, su legado, sus valores y enseñarle a compartir alegrías.

Diego Maldonado. Redactor

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