Orvieto, la ciudad que presume de vivir sin prisas

Una Ciudad ‘slow’ invita a llevar una vida lenta, sin el ruido y la contaminación de autos, a comer sano y a cuidar del medioambiente.

09 febrero 2014.

La ciudad medieval italiana de Orvieto promueve un concepto urbanístico basado en la vida sin prisa, lejos del ruido y de la contaminación, y rechaza que esto sea una mera utopía. Desde hace 15 años sus habitantes viven bajo las reglas del movimiento Ciudad ‘slow’ (lenta).

Esta ideología está inspirada en el movimiento ecogastronómico ‘slow food’, que también nació en Italia como respuesta a la proliferación de la comida rápida de las transnacionales, que supone una amenaza a las cocinas tradicionales e impone una vida a contrarreloj.

Usa como logo un caracol, para invitar a la gente a tomar las cosas con calma. “Cuando todo a nuestro alrededor nos invita a vivir a toda velocidad, esta es una opción para aquellos que se preguntan si realmente vale la pena vivir al ritmo del tic-tac del reloj en una ciudad que nunca duerme”, proclama este movimiento.

Orvieto, una joya de 21 000 almas, encaramada en un barranco entre las verdes colinas de Umbría, en el centro de Italia, es la vitrina y la sede del movimiento fundado en 1999. En medio de la neblina del invierno, el ritmo que predomina en el casco histórico resulta tranquilo para el visitante, como en la mayoría de los apacibles pueblos italianos. Pero si se observa mejor, la basura está bien administrada, el transporte público funciona y sobre todo los niños emplean el ‘pedibús’ para ir a la escuela, es decir, caminan en grupo a horas fijas, siguiendo un recorrido establecido.

Preserva la identidad, la cultura y el patrimonio

Este tipo de ciudades buscan estimular un desarrollo que preserve la identidad, la cultura y el patrimonio, y esto se logra impulsando la creación de huertos propios para una alimentación más sana, autóctona y menos industrializada y se valora la vida social en los mercados tradicionales.

A los turistas que llegan a Orvieto se les ruega dejar sus autos en un aparcamiento fuera de las murallas y se les facilita el acceso con un ascensor construido en la roca y una escalera mecánica montada sobre el antiguo acueducto romano. “Es una ciudad a medida humana”, sostiene Luciano Sabottini, un bombero que sube a la empinada punta de la roca en funicular.

“Los medios de transporte han mejorado, se presta más atención a la alimentación. La gente que viene de grandes ciudades, como Roma y Milán, regresa descansada, tranquila”.

Para el alcalde Antonio Concina, administrar una ciudad ‘slow’, que respeta los compromisos del movimiento, no es “nada difícil ni extraño; no se trata de frenar el progreso”.

Tras 15 años, los habitantes se acostumbraron a respetar las reglas de la “ciudad lenta” que, según recuerda el manifiesto, “no son obligatorias” .

Para que una ciudad sea certificada con el logo de ‘Cittaslow’ debe tener menos de 50 000 habitantes, no ser una capital y cumplir criterios como el de no usar semillas genéticamente modificadas en sus comidas.

También hay otras normas como reducir el ruido y la luz en los hogares, cuidar los árboles, fomentar productos locales y ser hospitalarios.

Por Amelie Herenstein. AFP

Pijao también se une
Unas 183 ciudades se han adherido al movimiento en 28 países (Australia, España, Turquía, etc). La primera ciudad de América Latina que formará parte será Pijao, en Colombia, que recibirá la certificación a fines de este año. ‘Cittaslow’ significa combinar lo mejor del pasado con lo mejor de la modernidad, por ejemplo usar alta tecnología para ofrecer mejores servicios para todos”, sostiene Pier Giorgio Oliveti, director del movimiento. Aunque la definición de bienestar es compleja y cada ciudad tiene su propia receta hay que valorizar lo que uno es, lo que se tiene, evitar la autodestrucción, pensar a las nuevas generaciones”, añade. Este movimiento busca extender el buen vivir a ciudades grandes, como Barcelona, en España.

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