Aquellas caricias entre la música y el poder

Fue en el romanticismo cuando las artes miraron nuevamente al humano. Su realidad como ser político se extiende hasta la actualidad.

02 marzo 2014.

L as pesadillas tienen sus propias melodías. Para muchos judíos, estas suenan a cristales rotos y tonadas wagnerianas. Para un sinfín de madres venezolanas, los monstruos nocturnos caminan al son de una Cantata Criolla mientras que los rostros de sus hijos se pierden entre cortinas de humo y gritos de protesta.

Con la llegada del romanticismo, la historia de la música se vio obligada a dar un giro. Si en el barroco las composiciones relevantes eran aquellas que exaltaban lo divino —recuérdese la frase de Johann Sebastian Bach: “El objetivo y fin último de toda la música no debe ser otro que la gloria de Dios”—, desde finales del siglo XVIII una partitura es el punto de encuentro de las otras esferas del quehacer humano. Amor, gozo e infortunio han sido algunos de sus temas. Pero uno ha ganado mayor relevancia que otros: el poder. En esa misma línea, la historiografía del siglo XX recordará que al final de la década de 1930, cuando el régimen nazi hubo consolidado su proyecto político, dos tercios de la programación radiofónica alemana estaba dedicada exclusivamente a la música. Este arte, como ningún otro, logró exaltar tres ideales del ser humano: patriotismo, lealtad y compromiso. Un hecho posible desde que en el romanticismo los compositores regresaran la mirada a sus pueblos; nacionalismos expresados en una partitura.

En sus exámenes sobre la “verdad musical”, el filósofo alemán Theodor Adorno sostiene que una composición debe testimoniar el momento histórico-social al cual pertenece el músico. ¿Acaso las creaciones inspiradas en un tema político no son el mejor reflejo de tal condición? Bien estén inspiradas en un personaje específico, o, por otro lado, atravesadas por la realidad de un pueblo, este tipo de trabajos dan pista de aquella estrecha vinculación que ha guardado la música con el poder, sea a favor o en contra de él. Basta revisar las obras de Giussepe Verdi y Ludwig van Beethoven.

«Oh mia patria sì bella e perduta!» (¡Oh, mi patria, tan bella y perdida!). En el coro del tercer acto de la ópera ‘Nabucco’ (Verdi, 1842), los patriotas italianos, quienes se oponían a la ocupación austríaca, encontraron un himno para fortalecer su causa. En su libro ‘Vidas secretas de grandes compositores’, la periodista Elizabeth Lunday escribe: “Se llegó a decir que el lema «Viva Verdi» era una llamada nacionalista a las armas”. Se refiere al acrónimo VERDI (Vittorio Emanuele, Re d’Italia) que corresponde a Víctor Manuel II, quien hubo alcanzado el liderazgo del bloque antiaustríaco de la Italia del siglo XIX y que abogaba por una monarquía constitucional.

En ese encuentro con el poder de la época, no hay un mejor ejemplo que Beethoven y su Sinfonía No. 3, ‘Eroica’, cuya inspiración nace de los ideales promovidos por la Revolución Francesa y resumidos, según se extrae del pensamiento del compositor alemán, en la figura de Napoleón Bonaparte. Finalmente, dedicaría su obra al príncipe Joseph Franz von Lobkowitz, su mecenas.

Un reciente caso llega desde Venezuela. Días atrás, el país celebró a lo grande su Día de la Juventud. Sí, mientras que en la noche del 12 de febrero las calles de Caracas se llenaron con miles de jóvenes que marchaban en protesta de la situación sociopolítica de su país, los más altos representantes del poder se aglutinaron en el Centro Nacional de Acción Social por la Música para conmemorar el 39º aniversario del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles, conocido como ‘El Sistema’, creado por José Antonio Abreu. 200 músicos de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Lara, dirigidos por Gustavo Dudamel, intentaban silenciarmomentáneamente lo que se vivía en plazas y avenidas.

Así, hicieron resonar composiciones como Santa Cruz de Pacairigua, de Evencio Castellanos; Como llora una estrella, de Antonio Carillo y Arnaldo Vivas Toledo; o la Cantata Criolla, de Antonio Estévez. Sueños transformados en notas musicales. Quienes abogan por la música para validar el poder son estrategas capaces de comprender la influencia que puede ejercer una melodía.

Diego Ortiz 
ortizd@elcomercio.com

Giussepe verdi Poco antes del estreno de la ópera ‘Nabucco’, el compositor se alineó a la resistencia italiana que hacía frente a los austríacos.

L. V. BeethovenEl ‘Pingüino de Galápagos’.

Según sus biógrafos, el compositor anhelaba ser francés. Tenía una admiración por los cambios producidos luego de 1789.

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