El brasileño es el mayor carnaval mundial, tiene un origen europeo, se remonta a los siglos XVII y XVII y también se jugaba con agua, harina y huevos podridos.
02 marzo 2014.
La palabra con la cual se denomina a la mayor fiesta mundial, según los brasileños, tiene un origen italiano ‘carnevale’, carne y ‘levare’ (quitar), corresponde a los tres o cuatro días que preceden al comienzo de la Cuaresma y se refiere a la despedida de la carne y de todos los placeres que giran a su alrededor por causa de los ayunos y la abstinencia de los próximos 40 días que se vienen, de acuerdo con la tradición católica.
Más allá de la definición etimológica, el de Río de Janeiro está actualmente registrado en el libro de Guinnes como el mayor Carnaval del mundo, con millones de personas desplegadas en las calles y avenidas de esa ciudad de 10 millones de habitantes durante los cuatro días de fiesta.
La fiesta y la euforia se de-satan también alrededor del sambódromo, al que asisten 100 000 personas todos los días, es decir, un poco más que la actual capacidad del estadio Maracaná, uno de los más emblemáticos del mundo. Son cuatro los estados brasileños que conmemoran, de forma diferente, los carnavales: Río de Janeiro, Pernambuco, Bahía y Sao Paulo.
El de Río de Janeiro, también conocido con el gentilicio de carioca, es el que mayores pasiones despierta. Los ensayos comienzan en septiembre, pero prácticamente durante todo el año trabajan miles de costureras y diseñadores que confeccionan el vestuario de los danzantes que, además, se renueva todos los años. Jamás se repite una coreografía o un disfraz.
En los días de Carnaval siempre está presente toda la sensualidad y el colorido de los danzantes, hombres y mujeres. Es un espectáculo salpicado de erotismo, de mujeres con el mínimo de ropa, que durante todo el año se preparan para derrochar toda su elegancia rítmica en la gran fiesta.
Los carnavales de Pernambuco y de Salvador, la capital del nordestino estado de Bahía, se desarrollan exclusivamente en la calle, con movilizaciones masivas y carros alegóricos construidos especialmente para esa ocasión. En el Carnaval de Sao Paulo, la ciudad más grande de Brasil, también se desfila en un sambódromo cerrado, el de Anhembí, que fue diseñado por Oscar Niemayer, el creador arquitectónico de Brasilia. Definitivamente, el que despierta más entusiasmo y pasión es el de Río de Janeiro por sus famosas escuelas de samba, entre las que destacan Beija Flor, Mangueira, Imperatriz Leopoldinense, Unidos da Tijuca, Unidos Vila Isabel y Académicos do Salgueiro.
Los desfiles de las escuelas comienzan cerca de la medianoche de cada jornada y finalizan alrededor de las 8 de la mañana del día siguiente. Las escuelas de élite están en lo que en el fútbol equivaldría a la serie A; en tanto que las de peor rendimiento descienden a la serie B. El miércoles de ceniza el país se concentra en el veredicto de un jurado exigente que evalúa la coreografía, la música, la puntualidad, la originalidad. Se han dado empates, pero la diferencia del puntaje de la ganadora es mínimo.
La historia del Carnaval
En esta desenfrenada fiesta no puede faltar ningún año el Rey Momo (el nombre proviene de la mitología griega), considerado como el dueño del Carnaval. Este personaje no solo tiene una personalidad sobresaliente, es carismático y, por lo general, su peso supera los 120 kilos, aunque en los tiempos recientes esa exigencia ha sido abandonada por los problemas de salud que causa la obesidad.
Algunos creían que por la forma de jugar o de bailar, el Carnaval fue traído por los esclavos, pero esa versión fue desmentida por los historiadores que aseguran llegó junto con los portugueses que viajaron en las carabelas para colonizar Brasil. En los inicios del siglo XX el Carnaval carioca era organizado por los clubes sociales y agremiaciones que competían entre sí en los diversos desfiles y alegorías que generalmente satirizaban al Gobierno, asegura la investigadora Monique Cardoso. En Europa el Carnaval surge en los siglos XVII y XVIII. Se jugaba con agua sucia y huevos.
Algo que sorprende es que ninguna de las alegorías debe llevar la marca de ninguna empresa, que sin embargo sí puede auspiciar con recursos a las escuelas, pero no debe evidenciarlo durante el desfile. Hace algunos años, por ejemplo, una compañía aérea auspició a una escuela de samba y lo que se mostró en el desfile fue la historia de la aviación comercial en el siglo XX en Brasil.
La amenaza del sida
Especial preocupación en este derroche de pasiones es el sida; todos los años las campañas son intensas para promover el uso de preservativo. Para este año el eslogan es: “Se tem festa, festaço ou festinha, tem que ter camisinha” (si tienes fiesta, fiestón o fiestecita tienes que usar el condón). La estadística indica que en la época de carnaval es cuando más se propaga esa enfermedad de origen sexual en todo el país.
Para la agregada de Cultura y Prensa de la embajada de Brasil en Ecuador, Catarina da Mota Brandão de Araújo, el Carnaval de este año será como un arranque para el Mundial de Fútbol que comienza en junio. “Será una atmósfera de alegría, un termómetro que va a medir el estado de ánimo de los brasileños”, explica la funcionaria diplomática.
De Araújo anota que, solamente durante los cuatro días de fiesta, cerca de un millón de turistas visitarán Río de Janeiro, un aumento de 2% en relación con el año pasado. De esa cifra, un tercio será de visitantes extranjeros.
La funcionaria cree que el Carnaval de la calle, especialmente el de la Río Branco y Presidente Vargas, en el que participa la gente de todas las condiciones sociales, suscita mucho más la atención que la del sambódromo ubicado en la avenida Marqués de Sapucaí.
Sería subjetivo, refiere Catarina da Mota Brandão de Araújo, imaginar si todo el clima social de descontento que vivió su país el año pasado pudiera influenciar en el estado anímico de los brasileños que comenzaron a festejar el viernes y el sábado lo que consideran su mayor festividad popular.
Fernando Larenas
flarenas@elcomercio.com
José Maria Paranhos da Silva Junior más conocido como el Barón de Río Branco, murió el 10 de febrero de 1912, a pocos días de que comenzara el Carnaval. El Gobierno decidió postergar la fiesta para abril de ese mismo año.
La disposición no fue cumplida en su totalidad porque, a medida que se disipaba la pena por la muerte del personaje, el pueblo comenzó a salir a las calles a jugar el carnaval, que se celebró en febrero y también en abril.
Fue el único año en que Brasil festejó dos carnavales. En el libro del diplomático e historiador Luís Cláudio Villafañe ‘O dia em que adiaram o carnaval’ se resalta la anécdota, pero también el rol del Barón de Río Branco como el personaje que, en su rol de Canciller, consolidó a Brasil como país pacífico, con fronteras definidas y con un gran territorio..