LA MEMORIA DE CONCHA EN ESMERALDAS SOLO ES ORAl

La figura del alfarista Carlos Concha Torres sigue viva. Los mayores la preservaron. El 10 de febrero pasado se cumplió un siglo del bombardeo a Esmeraldas.

16 febrero 2014.

La parroquia Camarones, siete km al norte de Esmeraldas, se difumina en un gris profundo, como el tono del mar que ruge a sus espaldas. Llueve sin pausa.

En el pueblo, de 1 474 habitantes –dedicados al cultivo de plátano verde y cítricos-, se escenificó uno de los cruentos combates de la guerra que lideró el coronel Carlos Concha Torres, entre 1913 y 1916, en contra del presidente Leonidas Plaza. Concha le acusó, en su Manifiesto de guerra, de ser el autor intelectual del martirio de Alfaro y sus coroneles.
Al caminar por las calles de lodo, flanqueadas por casas de caña y algunas de concreto, se desvela una verdad, persistente en Esmeraldas, la capital, y en otras poblaciones, como Atacames: la legendaria figura del coronel Concha, protagonista de una de las más largas guerras internas del país, sigue viva en la tradición oral, transmitida de bisabuelos, abuelos y padres a sus descendientes.

Cerca del coliseo, donde un grupo de niños juega fútbol, José Alvarado, tecnólogo en ingeniería industrial, resume cómo se ha mantenido latente –durante un siglo- la presencia de Concha, el estratega militar que aplicó una guerra de guerrillas, con menos de mil hombres, para descolocar al Ejército regular del general Plaza: conoció la hazaña guerrera de boca del abuelo de su esposa, don Hernán Solís.

Alvarado, alto y moreno, de 24 años, labora en el proyecto Coca Codo Sinclair y pasa unos días de descanso en su tierra. Sabe la fecha del combate en el cual la guerrilla de Concha derrotó a un batallón placista: 12 de abril de 1914. De niño escuchó algo de la vida de Concha en la escuela América, de Esmeraldas, por las charlas con los compañeros. No de los profesores.

Al filo de la vía asfaltada que lleva a San Lorenzo, los hermanos Jeimy y José Mera, dueños de la tienda Víveres Mera, evocan que los padres y abuelos, les contaron que en Camarones hubo una pelea tremenda.
Los dos, detrás de un estante de madera carcomida por la humedad, hablan que el coronel guerrillero era guapo, bromista, de mediana estatura y valiente. ¿Saben por qué luchó? Coinciden en que para exigir justicia por la muerte de Alfaro y por la libertad...

Cerca de Camarones, en Tachina, donde Concha levantó su cuartel general, se halla el aeropuerto de Esmeraldas, bautizado el 14 de enero de 2014, con el nombre del coronel rebelde. Antes hubo una encuesta provincial –para escoger el nombre-, impulsada por entes oficiales y ciudadanos, como la Fundación Eloy Alfaro, muy activa en recuperar el legado del coronel alfarista.

El edificio costó USD 19 millones. La nueva pista es de 2 550 metros. El nombre anterior del aeropuerto era coronel Enrique Rivadeneira, oficial del Ejército que combatió a Carlos Concha.

El aeropuerto, un colegio técnico con el nombre del coronel, vía a la Refinería, y un pequeño obelisco, en el panteón de la ciudad, son las obras tangibles del revolucionario, quien murió en 1919 tras salir libre del penal de Quito. La lluvia cesa. Un grupo de chicos del Colegio Técnico Carlos Concha Torres (1 200 alumnos, cuatro modernos bloques, especializado en mecánica automotriz) espera el bus de retorno a casa.

Bryan Morillo Mero (16 años) reconoce que desde el 24 de septiembre del 2013 saben más de la guerra conchista: los 60 profesores quieren recuperar la memoria del héroe.
Hubo charlas, en las que tuvo parte activa la Fundación Eloy Alfaro, que dirige el abogado e historiador Walter Rivera León. Él publica folletos, hojas volantes, y con Carlos Concha Jijón, nieto del coronel, impulsa un gran monumento. En el colegio un afiche reseña el bombardeo de la ciudad, por orden del general Plaza, el 10 de febrero de 1914. Hubo actos de recordación de este hecho. Los buques de guerra Cotopaxi, Constitución, Aníbal Santos, Tarqui y Libertador Bolívar bombardearon Esmeraldas.

Hubo heridos graves. Eso recuerda Carlos Concha Jijón, de 71 años, nieto del coronel. Maneja un bazar de encajes y costura en la calle Piedrahíta. Su estudio es un santuario del célebre abuelo: fotos antiguas de él, poesías, folletos, el libro ‘Descorriendo los velos’, de Fernando Gutiérrez Concha.

Según el nieto, la batalla de Concha fue de dignidad. Hubo tres motivos: juzgar a los victimarios de Alfaro, impedir que Leonidas Plaza, al parecer, vendiera el Archipiélago de Colón (Galápagos) a EE.UU. y denuncias de posible corrupción. El historiador Enrique Ayala Mora dice que el placismo fue un sector vinculado a la poderosa plutocracia (el Banco Comercial y Agrícola daba préstamos a Plaza). Y otros líderes militares, profesionales y, sobre todo los montoneros, (campesinos afros y obreros) se alinearon con Carlos Concha, defensor del alfarismo radical. El nieto de Concha siente orgullo de él. “Dio su vida y fortuna a la causa”. En su tumba se lee: “Encarnó gloriosamente la protesta armada contra los crímenes de 1912”.

Byron Rodríguez V. Editor
brodriguez@elcomercio.com

Luis Vargas Torres, otro héroe

Carlos Concha J. sabe que su abuelo y el héroe liberal Luis Vargas Torres (foto del monumento en el parque) fueron hermanos de madre. Nació en Esmeraldas en 1855. Sus padres: Luis Vargas, de Tumaco, dueño de la hacienda San José. La madre fue Delfina Torres. En 1 882, Veintemilla se proclamó dictador. Alfaro y Vargas se alzaron en armas. Luego contra Caamaño. Tras heroicas batallas, Vargas fue fusilado en Cuenca (1887).

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