‘Es preocupante quedarse quieto’

Maurice Montero viaja marzo a Japón a exponer una nueva serie de sus esculturas mecánicas. En medio de los preparativos, habla sobre lo que ha aprendido mientras trata de hacer que las cosas se muevan.

16 febrero 2014.

Tal vez sea fruto de la sugestión o la predisposición por el tema que en pocos minutos empezaremos a tratar, pero en el taller de Maurice Montero los objetos inanimados se mueven un poco más de lo normal. Como el ‘flip-flap’ solar (mitad planta, mitad rana) que hiperactivo no cesa un segundo; o un reloj cucú cuyo tic-tac oficia de banda sonora; o un delicado móvil de libélulas de madera que danza al son que le toque la corriente de aire que entra por una de las puertas.

Unas cuantas esculturas mecánicas salpicadas en distintas repisas de la habitación son la única señal de que ese lugar, donde Maurice Montero pasa la mayor parte de su día, no es el taller de un carpintero sino el de un escultor. Rodeado de herramientas y retazos de madera, este francés afincando en Ecuador hace 30 años, da vueltas y vueltas –como los filósofos a la muerte o al amor– a los secretos del movimiento. Y a los pies del Ilaló, con la luz clara de una tibia tarde invernal, hablamos de eso que el movimiento le ha enseñado.

¿Qué sería primero: dios –cualquiera que éste sea– o el movimiento?
Esto es casi como el dilema del huevo y la gallina, pero pienso que el movimiento tiene que haber sido primero. Entonces el movimiento permite que exista dios… Sí.

¿Y qué es el movimiento?
El movimiento está en todo. Existe de manera imperceptible en algunos casos y en otros es muy brusco. Para mí, el movimiento es el alma.

¿Con qué compararía usted a la quietud?
La quietud es lo contrario del movimiento. Y me parece que la quietud nos pide mucha imaginación, que es otra forma de movimiento.

¿Es decir, que la quietud no existe?
Para mí no. Por más que tú dices, estoy aquí quieto, descansando, tu mente siempre está trabajando. O alrededor vuela una mosca. Sí, siempre está pasando algo. A la final la quietud no existe. Es como cuando dices que te vas de vacaciones para descansar, pero no descansas, lo único que pasa es que haces una actividad distinta. Por eso yo no sé dónde estará la quietud.

¿Qué le pasa a una persona cuando se queda quieta?
Para mí es preocupante quedarse quieto. Aunque no sé si psicológicamente todos deberíamos tener momentos pasivos; pensemos en los monjes que están en esa permanente búsqueda de la tranquilidad para elevar el espíritu. Yo no creo que eso implique necesariamente quedarse quieto. Siempre hay algo que se está moviendo. Aunque a nivel psicológico quizá es importante creer, convencernos, que estamos quietos un rato.

Para usted, que está siempre observando los movimientos de la gente, las plantas, los animales, ¿cuáles son los movimientos inútiles? ¿Hay movimientos inútiles?
Sí. Lo que yo hago es inútil, a la final para qué sirve. Es así con el arte en general. Pero lo inútil no existe en realidad, aunque yo te diga que lo que hago es inútil, no es cierto, porque el momento que yo logro sacar una sonrisa a una persona ya cumplo con haber hecho algo.

¿Cuáles son los movimientos que más aprecia?
Me fascina ver un campo de trigo movido por el viento, que va formando olas. El movimiento de las olas me atrapa. Todos los movimientos naturales en general, por ejemplo, ver el baile de los árboles, esa cadencia cuando el viento está metido entre las ramas y da el ritmo. Y en realidad, todo lo que se mueve me gusta.

¿A usted qué movimientos le cuestan más?
Los del yoga, porque requieren de flexibilidad. Pero monto mucho bicicleta y me es fácil, en ese momento la mente trabaja diferente.

¿Qué cuerpo y qué cabeza nos crea el movimiento de la bicicleta?
Es una relación muy antigua la que tenemos con la bicicleta. Por ejemplo, los chinos la crearon para protegerse. En general ellos han usado mucho el movimiento para asustar al enemigo; creaban monstruos con la ayuda del reflejo del fuego cuando estaban en el mar, o lo hacían con espejos. El movimiento en la historia nos ha permitido defendernos o volar.
Volvamos a la bicicleta...
Ese movimiento que es perpetuo, el del círculo, que es del que sale la bicicleta, nos permite otro tipo de desplazamiento. Nos da otra idea de nosotros mismos, más poderosos, más rápidos.
Es casi como una extensión de tu cuerpo, que te permite tener más fuerza y también moverte de otra manera.

¿Cuál será la nueva frontera de nuestra injerencia sobre el movimiento?
Tal vez después aprovechemos el conocimiento que tenemos ahora para crear el movimiento perpetuo que aún no hemos podido crear. Es decir, algo que se vaya moviendo constantemente sin que nadie accione nada. Si lo descubriésemos podríamos desarrollar nuevas energías para ya no seguir destruyendo el planeta.

¿Ha identificado movimientos imperceptibles sin los cuales moriríamos? Bueno, hay partículas que no vemos y son muy importantes; el aire está en constante movimiento y no lo vemos y es importantísimo. Pero no solamente eso, cuando tú ves un insecto y realmente lo observas, te das cuenta que hay una infinidad de mecanismos maravillosos que no podemos notar. Ese equilibrio que es lo que no se ve es la parte más importante del movimiento Como el movimiento de la sangre, por ejemplo.
Así es. Y son cosas que nunca vas a poder reproducir.

¿Qué pasa si nos hacemos conscientes de esos movimientos imperceptibles? Que desarrollas partes del cuerpo interno. Por lo general lo que no se ve no tiene importancia para nosotros. Pero creo que justamente los movimientos que no vemos son los que nos mantienen vivos.

Ivonne Guzmán.Editora
iguzman@elcomercio.com

Maurice Montero

Nació en 1960 en Francia. Desde 1984 vive en Ecuador. Los mecanismos que movían a sus juguetes lo iniciaron, pero solo hace 25 años empezó a dedicarse por completo a la escultura mecánica. ‘El ciclista’ de la av. Granados es suyo. Ahora está dándoles los últimos toques a las esculturas de una muestra que abrirá en Japón el 14 de marzo..

VISITE TAMBÍEN: