El payaso y el clown hallan lo irrisorio y rompen cualquier signo de monotonía con la fuerza del desparpajo
CHRISTOPH BAUMANN
Es un actor teatral, de cine y de TV. Incursionó en el mundo del clown con la obra ‘Amores
que matan’, dirigida por su hija, Tiag Camila.
En la obra actúa con su esposa, Tamara Navas. Es uno de los rostros más populares cuando de humor se trata.
12 Enero 2013.
L a risa hacer reír. ¿Quién recibe esos dones? ¿A qué santo o demonio se implora para que el humor brote a borbotones? Para hallar respuesta se podría apelar a Bergson, Alfonso Sastre, Freud, Pirandello pero eso podría también convertir a la risa en una cosa muy seria.
Ante ello, proponemos estos retratos del payaso, del clown, de quien de entre lo inesperado o lo muy conocido en el ser humano busca y halla lo irrisorio. Al verlos, con su maquillaje y un bombón rojo por nariz, reímos. Lo hacemos sin sentirnos culpables, ellos asumen esa culpa por nosotros, a manera de redentores, bufones angelados.
Se quiera o no, el dolor ajeno reconforta, ya lo escribió Thomas Hobbes en ‘De la naturaleza humana’: “La pasión de la risa no es otra cosa que un sentimiento brusco de triunfo que nace de la concepción súbita de alguna superioridad en nosotros, por comparación con la inferioridad de otro, o con nuestra inferioridad interior”.
Pero los payasos son más, son más que un personaje, son más que un chiste, son más -la frase se atribuye a Georges Orwell- “que la simple diversión, que es la felicidad de los que no pueden pensar”. Eligieron vivir en libertad, a sabiendas que el humor es siempre herramienta más eficaz que la ira. Su humanidad es compleja en su sencillez... Poco sabemos de lo que hay más allá de su escena y número. Y esto recuerda a Hans Schnier, personaje dado a la derrota existencial y artística en ‘Opiniones de un payaso’, de Heinrich Böll.
Pero gracias a ellos tenemos la risa, esa expresión liberadora ante la agresión y la sumisión, que se imponen desde una cotidianidad empeñada en ocultar la comedia como el monje Jorge de Burgos, el anciano ciego de ‘El nombre de la rosa’. Ahora vemos sus imágenes, desde ellas ¬adivinamos el sabor del chiste y nos quedamos con la mejor sonrisa, aquella que nos devuelve el espejo. (FPC)
Fotos:María Isabel Valarezo