En el Medioevo la Iglesia prohibió el uso del lápiz labial. Soviéticos y a fascistas pensaban que era una invasión cultural. Un ministro ecuatoriano dijo hace una semana que sin pintalabios “no pasa nada”. Los especialistas ven en esta actitud una necesidad de ejercer control.
16 febrero 2014.
U na de las más célebres guías turísticas del mundo, Lonely Planet, aconsejaba a quienes querían viajar a Birmania, hoy Myanmar, llevar tubos de pintalabios para regalar a las mujeres de ese país.
Myanmar fue gobernado hasta el 2011 por una junta militar comunista con un economía férreamente planificada, que no admitía que en su país se produzca o se importe un objeto tan frívolo y occidental como el pintalabios.
El episodio puede ser curioso pero no es sino un caso más de la compleja relación que, a través de la historia, han tenido el pintalabios en particular y el maquillaje en general, con muchos sistemas e ideologías .
Según un compendio sobre las regulaciones que ha sufrido el lápiz labial en la historia occidental, hecho por la escuela de Derecho de la Universidad de Harvard, el pintalabios ha tenido una larguísima historia de conflictos con el poder. Inventado en la antigüedad en Mesopotamia y muy usado por los antiguos egipcios, griegos y romanos, el lápiz labial tuvo su primer encontronazo con el poder durante el Medioevo, cuando la Iglesia Católica lo prohibió. Estaba “asociado con Satán”, dijo la Iglesia.
En Inglaterra, en 1770, el Parlamento llegó a expedir una ley que establecía que cualquier mujer que hubiera seducido a un hombre mediante el uso del pintalabios podía ser juzgada por brujería. “Las mujeres sin distingo de edad, rango, profesión o grado, ya sean vírgenes, empleadas domésticas o viudas que, desde que se apruebe esta ley, seduzcan o lleven al matrimonio a cualquier de los súbditos de Su Majestad mediante perfumes, baños cosméticos, dientes artificiales, pelo falso, lana española, zapatos con tacones altos o caderas agrandadas, incurrirán en el delito de brujería y los matrimonios que hayan sido conseguidos de esta manera serán declarados nulos”, decía el acta del Parlamento.
En tiempos más modernos, el lápiz labial tampoco la ha tenido fácil. La China de Mao Zedong lo prohibió durante la Revolución Cultural, por considerar que se trataba de una influencia burguesa, individualista y occidental. Las jóvenes chinas llegaban a frotarse los labios con lija para que estos tomaran un color carmín.
En el ideal sobre la feminidad de la Rusia soviética también estaba proscrito, al igual que en el nazismo alemán, como lo cuenta Victoria Vygodskaia Rust , en su estudio doctoral para la Washington University en Saint Louis sobre la “Nueva Mujer en los regímenes autoritarios de Rusia y Alemania”,
Según Rust, para los bolcheviques de los años 20 del siglo pasado, la guerra contra la burguesía implicaba una cruzada en contra de cualquier cosa que pudiera ser asociada con las élites prerevolucionarias. “La sexualidad y el atractivo sexual eran altamente condenados
por la ideología bolchevique. En 1927 el médico y comisario del pueblo N. A. Semashko urgía a la juventud soviética a ‘liderar una guerra sin cuartel con la moda burguesa, porque busca incitar el comportamiento
lascivo”, recoge en su libro Rust.
“En el caso del ideal de la mujer nazi, el pintalabios -como en general el maquillaje- tampoco tenía cabida”, sostiene Rust.
Para los fascistas italianos, el ideal de la belleza femenina tampoco incluía al maquillaje. El escritor italiano Raffaele Calzine decía en los años 30 del siglo pasado que la mujer italiana encarnaba la belleza de una Venus moderna. “El lápiz
labial, el polvo para la cara, los
tintes de pelo y los corsés pronto desaparecerán de Italia”, decía en la revista Bellisima.
¿Pero por qué el lápiz labial o el maquillaje han tenido tanta resistencia? Incluso en lugares y circunstancias muy distintas siempre ha habido un dejo peyorativo frente al cosmético. Hace pocos días en el Ecuador, el ministro Ramiro González, al ser entrevistado sobre el programa de sustitución de importaciones en la que se halla empeñado el Gobierno, dijo que entre los productos que no son necesarios para la economía nacional está el pintalacios. “Por ejemplo: un lápiz labial, si no
te lo pones no pasa nada”, dijo.
Llama la atención que este choque del poder con el maquillaje se haya producido sobre todo en regímenes totalitarios y en democracias de izquierda.
La respuesta parece estar en la necesidad de control. Desde la perspectiva de género, María Amelia Viteri, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso, dice que estos regímenes han tratado de anular lo femenino, porque ahí está la semilla de lo “incontrolable”, ya que lo femenino está asociado con la naturaleza mientras lo masculino con la razón. “Tratar de controlar lo sexual es tratar de controlar lo incontrolable”, sostiene Viteri.
La visión liberal también apunta al control como explicación. Juan Fernando Carpio, de la Universidad San Francisco, sostiene que la humanidad tiene dos formas de ver al mundo: como un bazar donde los seres humanos intercambian bienes y servicios sin un orden impuesto, o como un cuartel, donde alguien lo controla todo por un supuesto bien común. Son los que creen en el esquema del cuartel los que tratan de reprimir cualquier expresión de la sexualidad, porque la sexualidad o atracción es,
en definitiva, el factor que más pone en riesgo la estabilidad del cuartel.
Martín Pallares. Editor
mpallares@elcomercio.com
En el fondo todo se reduce a un tema sexual
Mucho ha investigado la antropología sobre los orígenes del lápiz de labio. Desmond Morris, en ‘El hombre desnudo’, sostiene que los labios pintados de rojo son la representación de la vagina estimulada de la hembra para atraer al macho. Sheril Kirshenbaum, antropóloga, sostiene que entre los primeros hombres, el rojo representaba las frutas que le prodigaban alimentación y que por eso pintarse los labios hace a las mujeres más atractivas sexualmente. Por la asociación de la gratificación con el rojo, muchas marcas de alimentos llevan ese color.
Los investigadores del evolucionismo comparativo sostienen que cuando los antepasados del hombre empezaron a desarrollar la capacidad de ver los colores relacionaron al rojo con el color del órganos sexuales en excitación. En todas estas tesis está presente el factor sexual.