Hablar ante una de las grandes universidades de EE.UU. es buena estrategia para las relaciones públicas. Castro lo hizo el 20 de abril de 1959.
20 abril 2014.
Pocas estrategias de relaciones públicas son tan atractivas para un gobernante como presentarse frente a un auditorio de las grandes universidades de Estados Unidos. El recurso ha sido utilizado por gobernantes de los más diversos signos y entre todos los casos se pueden mencionar al colombiano Álvaro Uribe que se presentó en Harvard, al español José María Aznar que estuvo en Yale, al iraní Mahmud Ahmadinejad que habló en Columbia, al chino Hu Jintao en Yale y al ecuatoriano León Febres Cordero en Princeton. Esto lo supo el cubano Fidel Castro hace ya 55 años. Precisamente fue un 20 de abril de 1959 cuando Castro se presentó en la Universidad de Princeton, donde protagonizó uno de los episodios más recordados en ese centro de estudios. Entonces Fidel Castro tenía apenas 32 años, había derrocado al gobierno de Fulgencio Batista y era una de las figuras más carismáticas del mundo.
Si bien Castro aún no se había declarado comunista, ya había quienes temían que iba a tomar partido por la Unión Soviética en la Guerra Fría. En esas circunstancias, se produjo un viaje de Fidel Castro a EE.UU., donde entre otras actividades visitaría tres universidades de la llamada Ivy League: Harvard, Princeton y Columbia. Castro aceptó viajar a EE.UU. por una invitación de la Sociedad Americana de Diarios. Esto le daba al viaje un sentido no oficial y más bien le permitía proyectar la imagen de un dirigente que no odiaba a EE.UU., que podía llevarse bien con los estadounidenses. Aunque es poco lo que en los archivos digitales de Princeton se puede hallar sobre la visita, son muy ricos y variados los testimonios que hay sobre el episodio, entre ellos los de quien en ese momento era un joven estudiante: el escritor chileno Jorge Edwards, quien sostiene haber sido el único latinoamericano presente aquel día. Los meticulosos y extensos recuentos hechos por el profesor Thomas E. Bogenschild y por la periodista Georgie Anne Geyer son los mejores referentes para recrear lo que ocurrió ese lejano 20 de abril.
Según estos especialistas, todo nació por iniciativa del acaudalado y aristocrático Roland Ely, graduado y residente de Princeton, quien a los dos meses del triunfo de la revolución se hallaba en La Habana tratando de que un estudio académico suyo sobre la actividad azucarera se publicara en español. Un día, Ely se encontró en un pasillo con Fidel Castro, por quien sentía una gran simpatía. Al ver que Castro se acercaba se colocó en la mitad del pasillo. Ely se presentó, y como no tenía mucho más que decirle ese momento, se le ocurrió que sería bueno invitarlo a Princeton, su “alma máter”. Ely envió al día siguiente un telegrama a Princeton y la invitación regresó al poco tiempo. Cuando Castro estuvo en EE.UU. decidió hacer uso de la invitación. Dicen los especialistas que para Princeton la visita de Castro tenía sus complicaciones, entre ellas la posibilidad de que hubiera un atentado. A pesar de la reputación de la universidad por su idealismo en asuntos internacionales (una herencia de los años del expresidente de EE.UU. Woodrow Wilson, un graduado de ahí), Princeton difícilmente era un caldo de cultivo para cualquier fervor revolucionario en aquella época. Una cálida bienvenida no era cosa asegurada.
La presentación conciliatoria de Castro en Washington entre el 15 y el 20 de abril tranquilizó en algo a Princeton. Los cubanos llegaron la tarde del 19 de abril y fueron escoltados hasta el ‘Hormiguero’, como se llamaba la residencia de Ely. Princeton no guarda ninguna crónica oficial de lo ocurrido. De lo que narran Bogenschild y Geyer, el inglés de Castro no era malo pero tenía un acento muy fuerte. Habló sobre la revolución de forma conceptual y sostuvo que había tres mitos que se derrumbaron en Cuba. Primero que una revolución puede ser exitosa aun si las masas mueren de hambre, segundo que las fuerzas revolucionaras pueden derrotar a fuerzas armadas regulares y, tercero, que el éxito de la revolución cubana se debió al miedo y al odio que despertaba la policía de Batista. Un periodista de la universidad dijo que Castro prometió que “llevaría al país al progreso económico y cultural sin sacrificar las libertades individuales”. Según el Newark Evening News, Castro dijo que “en Cuba hay muy poco espacio para ideas comunistas”. Cuando alguien le dijo que sus motivaciones no eran altruistas, Castro dijo : “Yo podría ser rico... ¿sabes cómo? escribiendo la historia de nuestra revolución para Hollywood”. Luego salió ovacionado y abordó una caravana motorizada. Más tarde fue hasta Morven, una residencia donde tuvo una cena con el gobernador de Nueva Jersey . La leyenda dice que cuando fueron a la casa de Ely festejaron hasta la mañana. En la tarde del día siguiente, Castro se reunió con Robert Goheen y tomó el tren a Nueva York. Semanas después, Castro anunció la nacionalización de las tierras y el carácter socialista de la revolución. Con el tiempo, se desdijo de todo cuanto había sostenido en Princeton.
Martín Pallares. Editor
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León en Princeton
León Febres-Cordero es el único presidente ecuatoriano que ha dado una charla en Princeton. Ocurrió el 8 de abril de 1985, con una conferencia titulada ‘Ecuador. Un modelo para un país en desarrollo’. “La libertad nos permitirá decidir cuánto producir, qué producir y para quién producir”, dijo.
Al ser preguntado sobre Fidel Castro, Febres-Cordero dijo: “Mi ideología es diferente a la de Castro pero Castro está ahí y tenemos que hablar con él para vivir en paz”.
Nicolás Febres-Cordero, hermano de León, es el primer ecuatoriano en haberse graduado ahí. El ministro de Finanzas de Febres-Cordero, Alberto Dahik, también se graduó en esa universidad.