A pesar del elitismo de Rodó, su propuesta ha sido reactualizada por su carácter antiimperialista. Es el ‘neoarielismo’ de la izquierda bolivariana.
09 febrero 2014.
E n su último libro ‘Latinomericanism after 9/11’, John Beverley destaca la existencia de un giro neoconservador en la literatura y en la crítica cultural latinoamericana reciente. Beverley identifica este giro con una larga tradición intelectual cuyo representante más emblemático es el uruguayo José Enrique Rodó. Como se recordará, en el Ariel (1900) se proponía una identidad latinoamericana superior a la estadounidense por su apego a una alta cultura letrada que era antinómica del plebeyismo de la democracia de aquel país. Rodó escribía desde un contexto internacional en que Estados Unidos emergía como una potencia crudamente amenazadora. De allí que, a pesar del elitismo de su discurso, su propuesta haya sido reactualizada constantemente por su carácter antiimperialista. Simpatizante de lo que él llama la “marea rosada” —la llegada al poder de la izquierda en países como Venezuela, Argentina, Ecuador, Brasil, Bolivia, Nicaragua y El Salvador—, Beverley refiere a ciertos intelectuales de la izquierda latinoamericana como “neoarielistas”. Se trata de una categoría que le sirve para designar a aquellos que, esgrimiendo una defensa de la ciudad letrada latinoamericana frente a la academia estadounidense, son acríticos de los gobiernos “rosados”.
Desde luego, la propuesta de Beverley es polémica. Entre otras razones porque en el gesto de “neoarielizar” a varios intelectuales reproduce las asimétricas relaciones de prestigio cultural entre América Latina y Estados Unidos. No es materia de este artículo sin embargo, profundizar en su argumento, sino darle una vuelta de tuerca porque se considera que, efectivamente, a raíz de los actuales gobiernos de izquierda ha emergido un conservadurismo tendiente a concebir la cultura y la política en términos exclusivistas o restrictivos. Lo paradójico, sin embargo, es que este giro neoconservador no es solo un fenómeno externo o antagónico a la “marea rosada”, sino que también es propio de ella. En términos políticos basta pensar en el rechazo a la despenalización del aborto en el Ecuador, la homofobia del discurso oficial venezolano o el fortalecimiento de la jerarquía católica en Nicaragua. La imposición estatal de un desarrollismo que atenta contra la autonomía de los territorios indígenas en Ecuador y Bolivia, o el fustigamiento de los sindicatos independientes en Venezuela, resultan claros ejemplos de un cambio gubernamental que busca cerrarle el paso a aquellos grupos subalternos con los que estos gobiernos se alimentaron inicialmente.
En términos culturales es posible identificar un fenómeno análogo. En lo que sigue me detendré en un ejemplo específico. En una entrevista reciente, la escritora venezolana Yolanda Pantin nos informa que en los últimos 10 años ella ha pasado de ejercer una combativa resistencia opositora a un recogimiento interior ajeno al espacio público que identifica con el chavismo. La escritora concluye: “la reacción radical ante el populismo literario es la poesía cerrada”. No es difícil reconocer la misma postura defensiva que Rodó esgrimía contra la vulgaridad del mundo exterior; una vulgaridad que ponía la “primacía del número” sobre la calidad. Frente a lo que se lee como la mediocridad imperante, tanto Rodó como Pantin acuden a la escritura como un ámbito virtuoso, cerrado y ajeno a las multitudes. Al abogar por una poesía incontaminada —antitética de la literatura de los chavistas— la poeta repite el gesto del uruguayo de reafirmarse mediante la exclusión. La propuesta de Pantin ejemplifica pues, el “neoarielismo” del que habla Beverley.
Desplacémonos hacia el otro lado del espectro político venezolano. Bajo el habitual auspicio oficial, este año el Premio Internacional Rómulo Gallegos fue otorgado a la novela ‘Simone’, del puertorriqueño Eduardo Lalo. La obra apuesta por una relegitimación de la figura del intelectual como defensor de los valores de la alta cultura en un contexto de mediocridad. Se trata de una mediocridad asociada a la cultura de masas de la actual hegemonía estadounidense. El protagonista de la novela resulta un intelectual que decide permanecer aislado de la multitud para dedicarse a una escritura “auténtica” que nunca será leída o comprendida por la mayoría. Tanto Pantin como el protagonista de ‘Simone’ se conciben a sí mismos como modelos de resistencia a través de una literatura cuyo valor radica en ser restrictiva.
Piénsese ahora en el contexto politizado del Premio Rómulo Gallegos de este año: la mayoría de escritores venezolanos de la oposición no se presentó al concurso como forma de protesta, no hubo ningún intelectual opositor entre los miembros del jurado y, durante el oficial acto de premiación, el presidente Nicolás Maduro calificó a Puerto Rico como una oportunidad pendiente de lo que Cuba sí había logrado realizar. Tomando en consideración todo estos elementos, ¿cómo explicar que la novela premiada comparta el “anti-populismo literario” de una Yolanda Pantin? La respuesta es la misma que explica la continua reactualización del arielismo: su antiimperialismo. Si en el caso de la poeta venezolana, lo que se rechaza es una multitud vinculada al chavismo, en el caso de Lalo esa multitud está asociada a una cultura popular y de masas “norteamericanizada”. En uno y otro caso asistimos a ese giro neoconservador que señala Beverley en el que se apela por una visión elitista. Que el discurso cultural afín al chavismo tenga una perspectiva excluyente nos lleva a una paradoja largamente repetida: el antiimperialismo no necesariamente implica una posición anticlasista o democratizadora. *Profesora en el Instituto de Estudios Comparativistas de la U. de Lisboa. Una versión de este texto se publicó en el blog condistintosacentos de la Universidad de Salamanca.
Magdalena López
Beverley, profesor en Pittsburg
John R. Beverley es crítico literario y cultural de la Universidad de Pittsburg donde es profesor de literatura española y latinoamericana. Ha escrito varios libros sobre América Latina y su cultura, entre ellos ‘El debate posmodernista en América Latina’ y ‘Desde Cuba’. Ha sido profesor visitante en Stanford, Universidad de California, San Diego y la Universidad Andina Simón Bolívar. También se ha enfocado en el barroco.