5 comunidades cuidan el páramo de imbabura

En Ibarra, Otavalo y Pimampiro se desarrollan tres iniciativas que garantizan el buen estado de las fuentes de agua

09 Marzo 2014.

E l agua que brota cristalina debajo del pajonal en el páramo de Pajilla Pamba, límite de Ibarra y Pimampiro, en Imbabura, es un tesoro para 31 comunidades.

Las flores amarillas de romerillo y los tallos rubios de sigse resaltan entre la paja que cubre la cima de la cordillera oriental. Esta vegetación de alta montaña, que funciona como una esponja que retiene el líquido, es la única fuente de agua para consumo humano y riego en comunas como Manzano Guaranguí, en Ibarra.

Ahí viven 700 personas en pequeñas casas diseminadas junto a parcelas de maíz, papas, habas y otros productos. Este caserío, según Manuel Pupiales, presidente de la Junta de Agua, sobrevive gracias a dos fuentes que nacen en la cima de la montaña. Aquí el líquido es más apreciado que el oro y el encargado de la Junta es el personaje que más sobresale, incluso, más que el presidente de la comuna, comenta Dora Cuamacás, técnica ambiental de la Prefectura de Imbabura. Esta institución asesora en el mantenimiento de 3 000 hectáreas de pajonales ubicadas en Ibarra, Otavalo y Pimampiro.

Los campesinos son los encargados de mantener los pajonales en buen estado y evitar a toda costa los incendios forestales. También preocupa la expansión de la frontera agrícola. Pupiales aún no olvida el fuego que convirtió en cenizas los pajonales de Pajilla Pamba en el 2006. Eso casi secó los siete litros por segundo que abastecen a Manzano Guaranguí. Para evitar sorpresas 5 200 comuneros de tres cantones abren una especie de senderos (llamados cortafuegos) y retiran la vegetación, para prevenir que los pajonales se destruyan en caso de incendio, cada año.

Aquí las familias reciben alimentos como pago por la protección de las fuentes de agua. “Cada hogar gana un litro de aceite, 6 kilos de arroz y 3 kilos de lenteja, tres veces al año, por mantener 80 m² y limpiar los senderos cortafuegos”, explica Cuamacás. Los víveres provienen del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, gracias a un convenio suscrito con la Prefectura de Imbabura.

En la comuna de Zuleta, en el cantón Ibarra, los labriegos mantienen 2 378 hectáreas de bosque y pajonales a cambio de USD 33 400 anuales. “Estos recursos los entrega el programa Socio Páramo, que financia el Gobierno”, señala José Alvear, presidente de esta comunidad.

La última década entre todos los vecinos sembraron 148 200 arbustos. Eso permite que este páramo garantice 1 200 l/s, ( 1000 para riego y 200 para consumo humano) que no solo abastece a esa localidad, sino también al sur de Ibarra. Para Segundo Fuentes, director provincial del Ministerio del Ambiente, este es el proyecto más ambicioso de Imbabura. Alvear explica que realizan un estudio técnico para volver sustentable este sistema; se solicitará al Municipio de Ibarra el pago de una tasa por este servicio ambiental, pues los habitantes de la zona sur de Ibarra reciben el agua del cerro. Pero el cobro por proteger las fuentes de agua no es nuevo en Imbabura. En el cantón Pimampiro es una práctica que se remonta al 2003.

Ahí el Municipio local estableció el pago del 20% del valor de la planilla de agua potable para retribuir a 38 propietarios de bosques que crecen en la cima de las montañas de la parroquia Mariano Acosta.“Cada uno recibe USD 1 mensual por cada hectárea en donde los árboles no han sido talados y están en buenas condiciones”, explica Aurelio Guerrero, jefe de la Unidad de Medio Ambiente del Cabildo. Este sistema garantiza la vida de 871 hectáreas de bosques y pajonales.

En Otavalo, la comunidad de Tocagón protege 1 000 hectáreas ubicadas en Mojanda. Antonio Tocagón, presidente del Cabildo, dice que también han abierto senderos cortafuegos. Al igual que en la comuna de Manzano Guaranguí, aquí también sus habitantes reciben alimentos por cuidar de las fuentes de agua, que abastecen a un total de 360 familias. Estas iniciativas de conservación han permitido que los páramos de Imbabura, por el momento, estén saludables, evalúa Dora Cuamacás.

José Luis Rosales. Redactor
jrosales@elcomercio.com

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