Dugin, la mente tras la gran ambición rusa

Las posiciones antiestadounidenses, antiliberales y antigay de la Rusia de ­Vladimir Putin se explican en el pensamiento de Alexandr Dugin.

09 Marzo 2014.

En un artículo que aparece en la más reciente edición digital del New York Review of Books (la impresa circula desde el 20 de marzo) el historiador inglés Timothy Snyder sostiene que tras la sublevación civil en Ucrania y la consecuente tensión de ese país con la Rusia de Vladimir Putin existe una profunda división ideológica.

Esta división, dice Snyder, es entre una parte de la población de Ucrania, que se ve a sí misma como europea y que quiere adherirse a la Unión Europea porque cree en su modelo político basado en los principios de la democracia occidental, y otra en la que están quienes aspiran a un modelo de integración que se expresa en la Unión Euroasiática, un ente de integración que abarca a exnaciones soviéticas. Su eje está en Moscú y debería entrar en funcionamiento el 2015.

Este organismo regional, promovido por Rusia con el respaldo de Bielorrusia y Kazajstán, tiene fundamentos ideológicos diametralmente opuestos a los de la Unión Europea. Es, según Snyder, profundamente antidemocrático y no mira bien al libre mercado ni a los derechos humanos. La Unión Euroasiática es, a diferencia de su contraparte europea, según el historiador de Yale, “una organización jerárquica que por su naturaleza no parece admitir a miembros que sean democráticos ni tiene simpatía por el imperio de la ley ni los derechos humanos. Cualquier democracia dentro de la Unión Euroasiática podría ser un peligro para el poder de Putin en Rusia”.

Según Snyder, este organismo regional fue fundado alrededor del 2001 bajo la inspiración del politólogo ruso Aleksandr Dugin, cuya figura pesa en acontecimientos determinantes para el mundo como el de Ucrania, de acuerdo a la visión del historiador Snyder.

Dugin es el ideólogo del llamado “nacional bolchevismo” cuya esencia filosófica se halla en su libro ‘Los fundamentos de la geopolítica’, publicado en 1997. “Sigue muy de cerca el marco teórico de Carl Shmitt, inspirador del nazismo alemán”, sostiene Snyder.

Dugin nació en 1962 y es considerado un “tradicionalista”. Se lo mira como uno de los ideólogos del Imperio Euroasiático. Aunque es crítico de Putin por haber sido permisivo con Ucrania, tiene muchos contactos en el Kremlin y entre los militares rusos.

En su obra magna sobre la geopolítica toma el concepto del geógrafo y político inglés Halford John Mackinder, de la oposición geopolítica entre las potencias terrestres y las marítimas. Dugin sostiene que estas potencias son culturalmente antagónicas y que representan el choque entre tierra y mar, lo que para él corresponde a la división entre Occidente y Oriente. Las sociedades basadas en la tierra, teoriza Dugin, están atraídas por sistemas de valores absolutos y tradiciones, mientras que las sociedades marítimas son liberales.

“En principio, Eurasia y nuestro espacio, el corazón de Rusia, es el área de una revolución antiburguesa, antiamericana… El nuevo Imperio Euroasiático será construido sobre el principio fundamental del enemigo común: el ‘atlanticismo’, el control estratégico de EE.UU., y la negativa a los valores liberales”, dice en su libro.

Dugin es un hombre prolífico y artículos suyos aparecen en muchas publicaciones. Basta leer algunos de ellos para entender su perfil ideológico. Se lo acusa de fascista, pero en sus ensayos critica al fascismo en ciertas cosas y aplaude de él otras. “El fascismo se equivocó al ayudar a los liberales y luchar contra los comunistas”, sostiene, pero hizo lo correcto al luchar contra el capitalismo, al ser antimaterialista y oponerse al modernismo.

Su posición frente a Ucrania ha sido muy intensa. Dugin cree que ese país debe ser nuevamente anexado a Rusia porque “como un estado independiente, con ambiciones territoriales, representa un enorme peligro para toda Eurasia”. Esta visión ‘euroasiática’ de Dugin es el fundamento de la ideología antioccidental que Timothy Snyder ubica en la consolidación de la Unión Euroasiática, que tanta relación tiene con la situación actual en Ucrania.

Quizá uno de los artículos que con mayor lucidez retrata esa ideología lo escribió Charles Clover en ‘Foreign Affairs’, en 1999. Según Clover hay dos versiones del euroasianismo. La versión más moderada sostiene que Rusia es excepcional y no debe occidentalizarse para progresar. Pero en su línea más dura, añade Clover, el euroasianismo avizora al territorio de Eurasia como la plataforma para un movimiento global antioccidental, cuyo último objetivo es la expulsión del ‘atlanticismo’ y el liberalismo de Eurasia. Según Clover, este movimiento tiene entre sus adeptos a miembros de la ultraizquierda y de la ultraderecha. El euroasianismo ha triunfado al reconciliar al comunismo, la ortodoxia religiosa y al fundamentalismo nacionalista, dice.

Dugin plantea la necesidad de llegar a una alianza antioccidental con el islamismo, lo cual los diferencia de los nacionalistas rusos. Eso sí, ubica entre sus enemigos a grupos judíos, por considerarlos parte de la élite financiera responsable de la caída de la Unión Soviética. En otro artículo suyo define bien a quienes considera como aliados o rivales de su proyecto. Los aliados son, sostiene, “aquellos de la derecha o de la izquierda que se rehúsan a la hegemonía estadounidense, al ultra liberalismo, el ‘atlanticismo’ radical, al dominio de las oligarquías y de las élites financieras cosmopolitas, a la antropología individualista y a la idea de los derechos humanos, así como al típico racismo occidental en las esferas, ya sean culturales, económicas biológicas o éticas, y a todos los que estén listos en cooperar con las fuerzas euroasiáticas en defender el multipolarismo, el pluralismo socio-económico y el diálogo entre civilizaciones”.

Y los rivales de su proyecto, según Dugin, son “aquellos que desde la derecha defienden a los EE.UU., al racismo blanco en contra del tercer mundo, a aquellos que son antisocialistas y proliberales y quienes están prestos a defender a los ‘atlanticistas’. Igual a aquellos que desde la izquierda atacan la tradición, los valores orgánicos de la religión y la familia y a quienes promueven otros tipos de desviaciones sociales”.

Martín Pallares. Editor
mpallares@elcomercio.com

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