23 febrero 2014.

Los ojos son el espejo del alma. Así reza una manida frase con la que durante siglos se ha alabado a la relación que hay entre la mirada y el estado de ánimo de los humanos. Pero quizá la humanidad ha sido injusta al no haber acuñado una frase similar para las manos, esa parte o herramienta del cuerpo que se encarga de algo que puede ser tanto o aun más trascendente que reflejar el estado de ánimo: que es la de conectar al ser humano con su mundo exterior. Las manos son, finalmente, las encargadas de dejar la impronta de la creación humana para la eternidad.

“La tinta y las manos van siempre juntas al inicio de las obras”, describe el escritor Santiago Páez durante la sesión de fotografía, cuyo objetivo era retratar a una serie de manos que han dejado una variada impronta en la vida nacional. Y así las manos de una reina de belleza, las de un exgeneral que comandó una guerra fronteriza, las de un artista plástico, un chef, un deportista o las de un guitarrista, entre otros, fueron congeladas por esa otra forma de magia: la fotografía. El blanco y negro fue un recurso para resaltar volúmenes y para enfocar la mirada en la figura y no en ciertos detalles que el color hubiese delatado. Y si las manos han sido desde siempre el vehículo de salida para expresar y construir, también han sido el canal de entrada para recibir una caricia o para, simplemente, sostener a otra igual.

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Vicente Costales. Fotorreportero