‘La calle no permite jerarquías’

¿Dónde se originan ‘Ana y Milena’, la fotografía o el teatro de Fabián Patinho? La respuesta es inequívoca: en la calle. Y para ser más exactos, en la calle quiteña, motivo de todo tipo de reflexiones.

23 febrero 2014.

La de historietista debe ser una de las ocupaciones que más obliga a hablar solo. Quizás eso explique los papelitos que están pegados por todos lados en la casa de Patinho –autor de la tira cómica ‘Ana y Milena’–, en los que se habla a sí mismo ya sea por asuntos de la vida práctica: “Gargamelito, apague la compu”; o por voluntad puramente estética: “Y muchas veces un fantasma se aparece para que tengas una historia que contar”. Es que hablar solo, sobre todo, significa pensar. Alejado de la imagen de El Pensador, de Rodin, Patinho piensa cuando camina; actividad a la que dedica buena parte de su día, pues no tiene auto. Y es la calle la materia prima para su tira cómica u obras de teatro. La calle: máquina de mitos urbanos para muchos; lugar de trabajo para otros tantos; corredor por el cual Patinho va en pijama al centro comercial más cercano a comprar su desayuno el domingo menos pensado.

Defina'calle'
Lugar de exploración, para descubrir al otro. Para mí la calle se ha vuelto un espacio para la reflexión, porque ofrece una continuidad de estímulos de todo tipo y eso hace que reacciones y empieces a hablar y a pensar mucho. Camino solo, pero siempre estoy hablando.
¿Quiénes son los habitantes de la calle en Quito?
La clase media. Pero en la calle también está el (vendedor) informal, que tiene una mirada diferente de la que tenemos los que no vivimos de la calle. Supongo que el informal llega a la calle como llegar a la oficina y eso le da una visión distinta.
Hay un estrato de la ciudad que no transita mucho por la calle, y en cuyo imaginario allí solo está lo malo.
Sí, totalmente. Supongo que es gente que vive en periferias, en conjuntos cerrados, que solo se traslada en auto y que únicamente camina del lugar donde deja el auto hasta el sitio del evento al que está invitada.
¿De qué se está perdiendo esa gente?
De conocer al otro.
Es decir, están en la ciudad, pero no la viven.
Ajá, y lo que viven es una ciudad idealizada, es decir, exagerada en varios sentidos. Antes, cuando era menos peligroso, yo cogía mi cámara y salía a hacer fotografía etnográfica caminando por la Pío XII o me iba a Carapungo, para romper con mis propias idealizaciones de esos lugares.
¿Y qué descubrió?
Pude ampliar mi horizonte humano, más que geográfico. La geografía humana de Quito es muy rica y eso me sirve para el teatro, el cómic, la fotografía. Me enriquece. Pero he dejado de hacerlo por el peligro.
¿Qué diría que es lo más importante que pasa en las calles de la zona centro norte que es la que transita? El quiteño está aprendiendo a ser citadino. En los últimos 10 años, Quito dejó de ser una ciudad chica. Cuando yo recojo con una funda la caca de mi perro, la gente me queda mirando, y yo considero que eso es hacer ciudad en el siglo XXI. Y también estamos aprendiendo cómo relacionarnos de otra manera con los demás. La calle no es la misma, es más frenética, la gente está más estresada, hay más carros, menos sonrisas. Aunque a mí me sonríen mucho por mi perro; los perros alegran las ciudades definitivamente.
De alguna manera hemos abandonado la calle: hay menos partidos de fútbol en un pasaje o niños que timbren y salgan corriendo... Pasaba hasta los 80 o los 90.
Es cierto que hemos abandonado la calle, y es porque tenemos menos tiempo y más distracciones puertas adentro gracias a Internet. Y la inseguridad impide que la gente busque relacionarse en la calle. De hecho, no queremos ni que se sepa cuál es nuestra rutina.
¿Estamos demasiado paranoicos?
Tenemos miedo y estamos muy cabreados los unos con los otros. Nos jode el otro, el que está en la calle. Eso es fruto del estrés, de la frustración. Porque aunque haya mejores ingresos, eso no significa que haya mejor calidad de vida.
Las distancias son largas; ya casi nadie puede almorzar en su casa…
Es que la vida de familia se ha roto un poco. Y las formas de comunicación son distintas también. No creo que haya chicos que sigan silbando al llegar a la casa de un amigo, de plano le mandan un mensaje. Ahora es raro hasta timbrar en una casa. Ni tampoco se llega a la casa de alguien de pronto, sin avisar, que era algo tan común hasta hace pocos años.
Si como sociedad se lo permitiésemos, ¿qué es capaz de suscitar la calle?
Lo más importante sería que podríamos entender al otro, y cuando eso pasa te ayudas a entenderte a ti mismo. Nuestra tan cacareada búsqueda de identidad la podríamos encontrar en la calle, porque es un buen espacio para ver al otro. Te reconoces en un ‘harlysta’, en un petrolero, en una colegiala o en una anciana. Tenemos que reconocernos porque ocupamos el mismo lugar. No puedes jerarquizar en ese espacio de tránsito compartido, aunque cada uno tenga sus intereses y particularidades, pero en la calle todos somos iguales. La calle aclara las cosas.
¿Cómo sería la calle ideal?
Aquella en la que la mayor parte de gente respete el espacio del otro; en lo temporal, y en lo sonoro también.
Usted, como peatón, ¿qué cree que piensan los conductores cuando están al volante?
Que quisieran volar, y que sus autos fueran como lo son en ‘Blade Runner’ o en ‘Futurama’ y les salgan alas.
¿Y los ciclistas?
Creo que quisieran tener en las llantas esos pinchos que tenían las carretas de carrera romanas.
Finalmente, ¿los perros en qué pensarán?
Deben preguntarse por qué hay cada vez menos árboles.

Mire las aventuras del perro de Fabián Patinho durante sus paseos por la ciudad.

Ivonne Guzmán.
iguzman@elcomercio.com

Fabián Patinho

Nació en Cuenca en 1973, y desde los 16 años vive en Quito. Estudió Historia pero no terminó la carrera. Es ilustrador y autor de la tira cómica ‘Ana y Milena’ (que publica este Diario). Además es dramaturgo; en abril estrenará su quinta obra. Y hasta el 30 de marzo se presentará en el Estudio de Actores, la pieza ‘El estigma y el ladrón’, en la que también actúa.

VISITE TAMBÍEN: