Cuando se pensaba que las obras de contenido político explícito habían terminado, el cine ecuatoriano vuelve a él en tiempos de la Revolución.
23 marzo 2014.
Una pregunta se vuelve inevitable luego del estreno de la película ‘Saudade’, de Juan Carlos Donoso. ¿Hasta qué punto es necesaria una película ecuatoriana que trate sobre la militancia de izquierda? A pocos días del estreno, gente vinculada al cine puso sobre el tapete esto de la historia de los militantes de la izquierda ecuatoriana como una problemática sustancial a nuestro arte y que parecía ya superada.
No deja de ser un hecho singular que haya tres producciones de la aún incipiente filmografía nacional que tocan este tema: ‘Entre Marx y una mujer desnuda’, de Camilo Luzuriaga; ‘En el nombre de la hija’, de Tania Hermida, y ‘Saudade’. Los tres tienen tratamientos distintos; y entre el primero y los otros dista un tiempo de 15 y 18 años. No es un dato menor: la de Luzuriaga aún es un arte en rebelión; las de Hermida y Donoso, con una revolución que estaría consolidándose. Pero tienen una coincidencia: la superioridad moral, aquello que Octavio Paz llamó “la arrogancia” de la izquierda. En Luzuriaga es la crisis de los partidos de izquierda; no se aclara cuál, si el comunista o el socialista, que para el efecto da lo mismo. Pero en realidad es encontrarse con una generación que necesitaba terminar con el anquilosamiento de una sociedad inmovilizada.
Fue, como dice Luzuriaga, un reflejo de lo que se vivió en los 80 y 90 al interior del Partido Comunista Ecuatoriano: se quería tomar el partido desde Pichincha para acabar con la dirección guayaquileña. Fue un proyecto fracasado que derivó en un fracaso mayor: el partido Liberación Nacional, “en los tiempos del desencanto”. Pero ‘Entre Marx…” proviene de una época en que hacer cine era algo heroico y la gente iba a las salas para ver ese fenómeno llamado “una película ecuatoriana”. No había ley de cine, la empresa privada, como siempre, poco o nada aportaba a la cultura; el dinero caía a cuentagotas. Eran los tiempos en que había una Asociación de Cineastas con tanto miembro que no correspondía a la producción que se contaba por lustros y en unidades.
Ya con una Ley de Cine, sancionada antes de la Revolución Ciudadana pero que se consolida con ésta, con fondos concursables y hasta un Consejo Nacional de Cine, aparecen las películas de Hermida y Donoso. Pero ya no serán los militantes de Luzuriaga, sino sus hijos, derivados en militantes desde su ingenuidad infantil o adolescente, pero también ingenuo -en el sentido estricto- en la ejecución cinematográfica.
Las películas son evidentemente tan autorreferenciales que dejan una sospecha: si algo dejará como tradición esta eclosión de cineastas, con 14 producciones estrenadas el año pasado, no será precisamente de guionistas. Con ‘En el nombre de la hija’ nos encontramos con una niña que tiene la conciencia política de Mafalda sin la gracia de Mafalda. Es el rostro del correísmo: siempre fruncida, se ríe cuando los demás fallan y su superioridad moral resulta insoportablemente arrogante. Eso hace que la película carezca de un guión con un conflicto propio de la historia. Ella es consciente de que sabe la ‘verdad’, en una infancia de cromos de Marx, el Che, la revolución cultural de Mao.
Ella es la continuidad de sus padres que fueron a la selva colombiana a hacer la revolución en la década del 70. Es, en fin, una caricatura que hace que la película adolezca de algo que toda obra debe tener, incluso las fantásticas: verosimilitud. ‘Saudade’ tiene un poco más de elaboración y a diferencia de los anteriores, esta superioridad moral no está inicialmente en los protagonistas; ellos se enfrentan a ella contra sus padres aunque luego, sin que quede del todo claro, llegan a vivir esa militancia. El conflicto narrativo tiene su origen en el feriado bancario que hace que estos adolescentes despierten a golpes a la realidad.
Es una catarsis de Donoso ante los padres ausentes por una causa superior. Lo curioso es que son jóvenes lectores de Carlos Marx, de Julio Cortázar, de Medardo Ángel Silva y que necesitan de un hecho concreto para asumir una posición política: las movilizaciones que derrocaron a Jamil Mahuad. Pero quizá no sea este el problema, sino el material de archivo del feriado bancario, que cae en lo panfletario y no aporta mayormente a la historia si no es porque en la misma ‘jorga’ conviven el hijo del banquero que debe huir del país , o del que debe dejar la casa porque su padres no pueden pagar las deudas.
Todo nacimiento de un estado/nación requiere de relatos y héroes para consolidarse. Es lo que Benjamín Carrión llamó “el cuento de la patria” para ‘ser’ o, por lo menos, creer en lo que ‘se va a ser’. Seguramente en este tiempo de “refundación de la patria”, estas historias sean imprescindibles. Pero mientras en la ficción existe esta crisis identitaria, lo mejor que se está haciendo en el país, los documentales, no caen en estos conflictos. Con una mirada a la realidad, ‘La muerte de Roldós’, de Manolo Sarmiento, ‘Mi corazón en Yambo’, de María Fernanda Restrepo, también impactan en la memoria colectiva. Pero son historias que se sostienen por sí mismas y no recurren a una ficción que pierde asidero y que parecía -está- ya agotada.
Santiago Estrella G.
‘Saudade’ (2014), de Juan Carlos Donoso, relata el conflicto de los adolescentes durante la crisis del feriado bancario que asoló el país.
‘En el nombre de la hija’ (2011), de Tania Hermida, cuenta la historia de una niña cuya conciencia política es la continuidad de la de sus padres.
Con ‘Entre Marx y una mujer desnuda’ (1996), Camilo Luzuriaga recupera la historia de la militancia clásica de la izquierda ecuatoriana.