Pilar Estrada, de la galería NoMínimo, acaba de regresar de la feria ARCO en Madrid, y este año viene al CAC con una retrospectiva de Roberto Noboa. Entre tanto, conversamos con ella sobre la fealdad.
23 marzo 2014.
Es difícil hablar de la belleza y la fealdad sin caer en la trampa de asociarlas con la bondad y la maldad, respectivamente. Trampa antigua que parece marcada con hierro en nuestro ADN psíquico. Y durante la conversación con Pilar Estrada caemos y salimos y caemos... y volvemos a salir de la trampa; lo cual hace que sea una charla en la que los significados y pesos de las palabras cuenten, y mucho. De repente como si fuéramos las brujas de Macbeth nos encontramos –en una galería de arte ubicada en la mitad de la vía a Samborondón– pensando y diciendo cosas muy parecidas a las que constan en el texto de Shakespeare: “Lo bello es feo y lo feo es bello”.
¿Por qué asociamos la fealdad a la maldad?
Porque los conceptos estéticos nos han hecho acercarnos a la fealdad de esa forma. Cuando en el medievo nos hablaban de lo malo todo tenía que ver con monstruos y oscuridad.
¿Nos hemos programado para entender el mundo desde el canon, en este caso el de lo bello y lo feo?
Definitivamente. Hay un canon que te determina el deber ser, y uno ve cómo ese canon se convierte en superioridad moral; una superioridad que muchas veces es profundamente hipócrita . Yo creo que la línea entre el bien y el mal, la belleza y la fealdad es mucho menos definida de lo que queremos.
¿Cuánto bien o mal nos ha hecho el estar atrapados en los cánones?
El canon no es malo; lo malo es ser incapaz de ver por fuera del canon.
¿Existen, como creían los griegos respecto de la belleza, parámetros objetivos para decir que algo es feo?
No, como no creo que haya parámetros específicos para decir que algo es bello. Además cada tiempo va creando sus cánones y sus percepciones. Yo hoy no te podría decir qué es bello o qué es feo. Cualquier idea cerrada de belleza o fealdad es una ficción.
¿Cómo entiendes la fealdad desde estas miradas que te ha posibilitado el arte?
La fealdad tiene algo que me encanta: la capacidad de incomodar. En un mundo donde nos acostumbramos cada vez más a todo, la fealdad extrema, lo grotesco, puede ser el detonante de una conciencia. Y pienso en una obra que estuvo en Roma: unos niños colgados, que eran falsos obviamente, pero que conmocionaron a la gente los veía y reclamaba y se horrorizaba frente a esa imagen horrible. Pero esa era la idea del artista, que les hizo notar que eso pasa todos los días en muchos lugares, pero como no pasaba en Roma a la gente de ahí no le importaba.
¿Alguna imagen que te haya enfrentado con la fealdad y te haya movido el piso?
No sé si me movió el piso, pero recuerdo la vez que vi una especie de niño-renacuajo en blanco y negro con una barriga gigante, como las de los niños desnutridos, de (Félix) Arauz. Yo estaba acostumbrada a ver sus caritas y flores y me parecían profundamente aburridas; nunca me habían dicho nada, en cambio esa obra me conmovió.
En el arte ¿ya no se puede hablar de bello y de feo?
Se puede, porque son conceptos a la larga subjetivos. Pero ya no responden a un solo criterio o canon. No, ya no. Pero tú no le puedes quitar a nadie la posibilidad de percibir bello o feo algo. Hay quienes dicen que el arte contemporáneo es el imperio de lo feo, de lo inentendible, lo inasible. Yo creo que todo lo que consideras feo es porque no lo comprendes. Lo que parece verdad, lo que comprendemos, es mucho más fácil de asumir, y por eso gusta más. Pero puede haber un buen trabajo que no tiene nada detrás y ahí sí, para mí, está la fealdad. Lo que aparentemente es más bello para mí puede llegar a ser feo.
¿Qué le hicieron los artistas al mundo cuando acabaron con el ideal de belleza?
Pienso primero en los dadá e incluso en los impresionistas o en Manet antes de ellos, que empezaron a rascar el límite; ya la pintura no era perfecta. Empezaron a romper con la idea de lo bello que imperaba entonces. Cuando pienso en cambios radicales respecto de la belleza pienso en los dadá y en las frases e imágenes que juntaban. ¿Y sabes qué creo que es lo más maravilloso que hicieron?
¿Qué?
Desvirtuar la idea de civilidad. Porque todo lo perfecto, todo lo bello, tiene que ver con una idea de orden, que a su vez tiene que ver con civilización. Ellos permitían que la mente vea el mundo de otra forma. Ellos lo quebraron todo. En ‘El puño invisible’, Carlos Granés dice que las vanguardias cambiaron más la forma de vivir que las revoluciones políticas del siglo XX, porque acabaron con el pensamiento único.
¿Crees que el arte logró todo eso?
No sé si de una manera consciente, pero el arte es uno de los causantes de un pensamiento diferente, sobre todo en los 60. Las vanguardias dieron un primer paso, pero es en los 60 cuando el arte y la vida se juntan de una manera impresionante. Todos esos límites de lo que era bello se rompieron y ya no se podía encasillar de una manera cómoda las cosas.
¿Eso tiene que ver con haber dejado que la fealdad asome la cabeza de manera ya legítima?
No sé si más legítima, pero sí de un modo más contestatario. Porque cuando la fealdad se asumía en el medievo en las catedrales, con las gárgolas, había un mensaje detrás: si eres malo te vas al infierno y te vas a tener que ver con todos estos personajes horrendos.
¿Cuántas fealdades hay?
No sé. Pero definitivamente debe existir una fealdad perceptiva. La peor fealdad está en el ojo del que la ve y es la que está en las mentes cubo.
¿Qué es una mente cubo?
Una que ya armó un espacio cúbico y todo tiene que entrar dentro de ese espacio, porque fuera de él nada es posible. Una mente que es incapaz de ver fuera de ese cubo es fea. Cuando dejas de ver la posibilidad de que algo nuevo puede ocurrir es cuando te vuelves una persona horrible.
Ivonne Guzmán
iguzman@elcomercio.com
Pilar Estrada
Nació en Guayaquil en 1981. Su primera formación fue en ciencias sociales (Gestión Internacional y Ciencias Políticas), pero a los 19 años se dio cuenta de que lo suyo era el arte. Sacó una maestría en Historia del Arte y una especialización en Gestión Cultural. Desde el 2010 dirige NoMínimo (en Guayaquil) emprendimiento al que prefiere llamar “espacio cultural” y no galería, aunque también lo es.